Borges y Dante

Conocí a María Kodama en la sede de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, en la calle Anchorena de Buenos Aires. Fue ella quien me recomendó, al preguntarle yo cuál era, a su entender, la mejor edición de las “Obras completas” del escritor, la de Sudamericana.

Me pareció un rasgo de honestidad intelectual, porque María estaba colaborando con otro sello editorial, cuando le pedí su opinión, en la publicación de la obra de Borges.

Aún recuerdo la silueta en cartón, de tamaño casi natural, del literato, que había en el recibidor de la Fundación, con esta leyenda: «Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso». Es del prólogo de “Los Conjurados” (1985).

En el volumen 3 de las arriba mencionadas “Obras completas”, las de Sudamericana, se hallan “Nueve ensayos dantescos” (1982), en los que Borges desarrolló con brevedad las incitaciones que las sucesivas lecturas de la “Divina Comedia” habían provocado en él.

Antes, en el volumen 2, en la obra “El Hacedor” (1960), el escritor bonaerense dedicó unas líneas a “Paradiso, XXXI, 108”, en donde un peregrino de Croacia pregunta ante el paño de la Verónica: «Mi Señor Jesucristo y Dios auténtico, ¿es así como fue vuestro semblante?»; y a “Inferno, I, 32”, episodio del encuentro de Dante con «una lonza», sea ésta una pantera, sea un lince, según distintas traducciones españolas.

Pero es, como digo, en “Nueve ensayos dantescos”, en donde Borges se detuvo en destacar «la variada y afortunada invención de rasgos precisos» por parte de Dante, en cuya obra «no hay palabra injustificada», y en la que, además de trazar la topografía del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso, el poeta florentino pergeñó, en cada uno de estos tres niveles, los correspondientes modos de ser de la humanidad: el vicio, la virtud y la bondad o perfección.

A esta recopilación de temas la precede, y además en el mismo volumen, otra no menos importante en cuanto a dantismo se refiere: “Siete noches” (1980). Se trata de una serie de conferencias pronunciadas por Borges en Buenos Aires. La primera llevaba por título “La Divina Comedia”. El audio está en YouTube.

Es una de las exhortaciones más hermosas que existen a la lectura de la “Divina Comedia”. Borges descubrió la obra y su belleza en los tres pequeños volúmenes, en italiano e inglés, que adquirió al azar en una librería y que leyó, cuando trabajaba en una biblioteca del barrio de Almagro, mientras viajaba en tranvía.

Desde entonces frecuentó muchas veces la “Divina Comedia”, adentrándose con su extraordinario magín en el vocabulario y el alma de los personajes de la obra y en el interior de su autor. «Creo que el ápice de la literatura y de las literaturas es la ‘Comedia’», dijo el escritor. Y añadió: «Ningún libro me ha deparado emociones estéticas tan intensas. Y yo soy un lector hedónico, lo repito; busco emoción en los libros».

Así que todo el mundo debería sumergirse, al menos una vez en la vida, en el poema de Dante. «No hacerlo es privarnos del mejor don que la literatura pueda darnos», aseveró Borges. Y formuló, a continuación, esta pregunta: «¿Por qué negarnos la felicidad de leer la ‘Comedia’?», pues, de no hacerlo, la cuestión sería entonces trasladable al ámbito moral, ya que, para él, «nadie tiene derecho a privarse de esa felicidad», la de la deleitosa ocupación de leer la “Divina Comedia”.

Jorge Juan Fernández Sangrador

La Nueva España, domingo 13 de junio de 2021, p. 29

Patrimonio sensorial

La Semana Profesional del Arte, en Oviedo, fue inaugurada, el pasado viernes, con un concierto de campanas, que se ejecutó desde las torres de la Catedral, las Reales parroquias de San Tirso, Santa María de la Corte y San Isidoro; el también Real monasterio de San Pelayo, la Universidad, el Ayuntamiento y la espadaña de la capilla de La Balesquida

Y la protagonista fue la Wamba, la campana que, desde hace 800 años, la más antigua aún en uso en el mundo, llama a los católicos para que acudan a la oración en la Catedral.

Las campanas han acompasado la vida diaria de las personas en los pueblos desde hace siglos. Y, por ello, no hay que extrañarse de que, en 2019, el Gobierno de España declarara «el Toque Manual de la Campana como Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial».

En el Real Decreto de promulgación, firmado por el Rey, se dice: «Los toques de campanas, basados en el ritmo, han sido los encargados de organizar la vida comunitaria, de delimitar el tiempo y el espacio laboral, diario, festivo y de duelo. De ahí que exista, tanto en el ámbito religioso como en el civil, un amplio repertorio, lenguaje, en definitiva, con una gran diversidad de formas y técnicas que han anunciado incendios, tormentas, rogativas, horas y acontecimientos de ciclo vital, y, en resumen, han regulado multitud de aspectos de la vida festiva, ritual, laboral y cotidiana».

Se ve, sin embargo, que no a todo el mundo le agrada el que las campanas toquen a las horas y con la intensidad de siempre. Particularmente a los nuevos residentes de aldeas y zonas rurales. Y debido a los constantes conflictos suscitados por los advenedizos respecto a los modos, sistemas y costumbres de los habitantes naturales y moradores, durante siglos, en los pueblos, el diputado francés Pierre Morel-À-L’Huissier se sintió en el deber de salir a defender el «patrimonio sensorial».

A él pertenecen el tañido de las campanas, el kikirikí de los gallos y el cacareo de las gallinas, el rebuzno de los burros, el relincho de los caballos, el mugido de las vacas, el balido de las ovejas, el ladrido de los perros, el zumbido de las abejas, el estridular de los grillos y de las cigarras, el croar de las ranas, el urajear de los córvidos, el ulular de los búhos, el crotorar de las cigüeñas, el trisar de las golondrinas, el zurear de las palomas, el gruñir de los cerdos, el parpar de los patos, el titar de los pavos y el pipiar de los polluelos.

La proposición fue aprobada por el Senado de Francia y publicada ya con el rango de Ley, firmada por el Presidente de la República, en el mes de enero. De este modo, «los sonidos y los olores» han sido reconocidos como parte del patrimonio común de la nación, junto al paisaje, la calidad del aire, los animales y la biodiversidad.

A las autoridades regionales les corresponderá ahora determinar cuáles son los elementos identificativos que es preciso preservar y defender en caso de que estalle un litigio entre vecinos a causa de los sonidos o los olores que emanan de las actividades propias del hábitat rural.

Y es que así es Francia, que, a la vez que otorga el título de bien patrimonial a los olores que exhalan las deposiciones de los animales en las granjas de su hermosa y cuidada campiña, celebra el centenario de la comercialización del perfume francés más famoso de todos los tiempos: Chanel nº 5.

Jorge Juan Fernández Sangrador

La Nueva España, domingo 6 de junio de 2021, p. 28

European Heritage Awards

Han sido proclamados los 24 ganadores del premio European Heritage/Europa Nostra 2021, con el que la Unión Europea galardona los proyectos financiados por el programa Europa Creativa. De entre todos ellos, voy a fijarme sólo en los que tienen que ver con los bienes culturales religiosos.

De Rumanía, la iglesia de madera de Ursi, dedicada a la Anunciación y a San Miguel Arcángel. Está en un cementerio y es del siglo XVIII.  Aunque logró sobrevivir a un incendio en el XIX, fue viniéndose abajo con el paso del tiempo. Los frescos tienen más de doscientos años.

Se la incluyó, en 2009, en el programa “60 iglesias de madera rumanas”, que patrocina la Fundación Pro Patrimonio, y, en 2014, entre los 7 sitios históricos en mayor peligro. Las labores de restauración se ejecutaban en el verano y duraron hasta 2020. Participaron en ellas 250 personas, de las que 102 lo hacían como voluntarias.

Intervinieron arquitectos, restauradores, antropólogos e historiadores. Y, naturalmente, la gente del pueblo, que proporcionaba alojamiento, alimentos, electricidad, medios de transporte y mano de obra. Quedó patente que se trataba de un proyecto en el que debían implicarse todos.

De España, Art-Risk, un equipo interdisciplinar compuesto por científicos expertos en áreas del patrimonio cultural provenientes de siete universidades de diversas partes del mundo y de dos institutos de restauración españoles.

Pilar Ortiz Calderón, profesora de la Universidad Pablo de Olavide y directora del programa, dice que su trabajo consiste, al igual que el de los médicos, en una labor de triaje. En su caso, de aquellos monumentos que bien necesitan una intervención inmediata, bien una conservación preventiva.

Tienen hasta una ambulancia, equipada con aparatos que permiten conocer los movimientos de las humedades, obtener imágenes de muros y techos, o evaluar las alteraciones superficiales del edificio.

Y dado que cuentan con todos esos medios, el Arzobispado de Sevilla solicitó de Art-Risk un estudio a fondo de las iglesias Omnium Sanctorum, San Román, San Julián, San Marcos y Santa Marina de la capital hispalense con el fin de que se puedan acometer las necesarias acciones de conservación preventiva.

De Chipre, Technical Committee on Cultural Heritage, creado por líderes greco y turco-chipriotas en 2008, bajo los auspicios de las Naciones Unidas, para la promoción y conservación del rico patrimonio cultural de la isla, que es impresionante: griego, fenicio, romano, bizantino, lusignan, veneciano, otomano y británico.

En el acta del jurado que le concedió el galardón, se dice: «Este único modelo de colaboración entre dos comunidades, a pesar del contexto político, es un importante ejemplo de dedicación a la conservación del patrimonio. Las actividades, incesantes y tendentes a la prosecución de la paz, por parte del Comité, formado por expertos voluntarios de las comunidades greco y turco-chipriotas, son una muestra de su valentía y de su esperanza».

Hubo intervenciones en las iglesias de Santa Ana, Santa María de los Armenios, San Miguel Arcángel y Santa María del Carmelo, en Famagusta; en la de la Panagia, en Nicosia; en la de San Miguel Arcángel, el monasterio de San Andrés Apóstol y en las del parque arqueológico de Afendrika, en Karpasia. Fueron restaurados 70 monumentos.

De Italia, el Museo diocesano de Trento por la exposición “La invención del culpable. El caso de Simonino de Trento. De la propaganda a la historia”, que tuvo lugar en 2019-2020. La muestra versaba sobre la desaparición de Simón, un niño de dos años, del que, en el Jueves Santo de 1475, se perdió todo rastro. Apareció muerto, en el Domingo de Pascua, cerca del domicilio de un judío relevante.

Los judíos fueron acusados infundadamente de “crimen ritual”, desatándose una violencia brutal contra la comunidad hebrea, y Simonino, tenido por mártir, comenzó a ser venerado a partir de entonces como santo, en contra del parecer del papa Sixto IV.

Pero como si nada. El culto a Simonino se extendió por todas partes. Hasta que, en 1965, fue derogado absolutamente, cerradas las capillas en las que se lo honraba y retiradas todas las imágenes y representaciones iconográficas suyas.

El hecho de que la diócesis de Trento montase una exposición en la que se exhibiesen obras alusivas a ese período de su historia ha sido sumamente apreciado por el jurado que otorga los premios.

De Holanda, la exposición “Holidays! In the East and West” en la torre de la iglesia de Garmerwolde, en Groninga, en la que los niños se familiarizan, realizando actividades lúdicas, con las dos grandes tradiciones religiosas actuales en los Países Bajos: la cristiana y la islámica.

Y de Finlandia, Italia, Serbia y España, el programa bienal “Heritage Hubs”, para adolescentes, que, viajando de un país a otro de los arriba mencionados, dan a conocer a sus coetáneos, por medio de imaginativas formas de expresión, sus respectivas tradiciones culturales nacionales o locales. También las religiosas.

Y es que el cuidado del patrimonio cultural consigue aglutinar regiones y generaciones cuando éstas velan y hacen lo posible, e incluso lo imposible, para que cumpla, en sus distintas realizaciones, el fin para el que fue pensado y creado. Sólo así, amando el propio pasado, será factible la construcción de un futuro realmente hermoso para la mente y para el alma de todos en la Nueva Bauhaus Europea.

Jorge Juan Fernández Sangrador

La Nueva España, domingo 30 de mayo de 2021, p. 26

Iglesia de madera de Ursi

Art-Risk

Technical Committee on Cultural Heritage

La invención del culpable (Museo diocesano de Trento)

Holidays! In the East and West

Heritage Hubs

Battiato: La hora del despertar

Desde que la escuche por primera vez, la canción “Nomadi” (Nómadas), de Franco Battiato, no ha dejado de acompañarme. La tengo incluso en el perfil de wasap: «Nómadas que buscan los ángulos de la tranquilidad en las nieblas del Norte y en los tumultos de la civilización, entre los claroscuros y la monotonía de los días que pasan. Caminante que vas buscando la paz en el crepúsculo, la encontrarás al final de tu camino».

Y en una tarde brumosa de agosto, en 2017, en el convento de monjas carmelitas de la calle Bovenstestraat 48 de Echt, Holanda, del que santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) y su hermana Rosa salieron para ser llevadas a un campo de concentración en otro mes de agosto, de 1942, escuché con gran sentimiento, a través del smartphone, la canción “Il Carmelo di Echt”, que, compuesta por Roberto Juri Camisasca, interpretó y grabó Battiato:

«Y para vivir en soledad, en la paz y en el silencio, en los confines de la realidad, mientras en Auschwitz soplaba fuerte el viento y ventilaba la piedad, has dejado las cosas del mundo, el pensamiento profundo de los vuelos insondables, por una luz que sentías dentro, las verdades invisibles. ¿En dónde estará Edith Stein?».

Y hace unas semanas, durante el viaje del Papa a Iraq, muchos recordamos aquella actuación de Franco, en 1992, en el Teatro Nacional Iraquí de Bagdad, cuando cantó en árabe “L’ombra della luce” (Sombra de la luz): «Defiéndeme de las fuerzas contrarias, por la noche, en el sueño, cuando no soy consciente, cuando mi sendero se hace incierto. ¡Y no me abandones nunca!».

Y tal vez por el enunciado del título, en esta hora del despertar a una nueva vida, tras su muerte, acaecida en la mañana del lunes, no deja de circular por las redes el vídeo en el que Battiato se emocionó ante Juan Pablo II, en el Aula Pablo VI del Vaticano, en 1989, al cantar “E ti vengo a cercare” (Vengo a buscarte): «Y te vengo a buscar, aunque sólo para verte o hablar, porque necesito tu presencia para entender mejor mi esencia».

En aquella actuación en presencia del Papa, el momento de mayor intensidad fue cuando entonó la estrofa: «Emanciparme del ensueño de las pasiones, buscar el Uno por encima del bien y del mal, ser una imagen divina de esta realidad». Llegado a este punto, le resultó imposible proseguir. Hasta que recuperó el aliento.

Y cuando hizo la presentación de la primera grabación discográfica de la “Messa arcaica”, confesó: «Más allá de las diferencias formales, aquello que encuentro invariablemente presente en todos mis trabajos, desde los más vanguardistas, en los años setenta, hasta mi ‘Misa arcaica’, es la búsqueda constante de la belleza, la armonía, la fluidez de las soluciones que se mueven dentro del lenguaje previamente elegido».

Porque, para poder comunicar tantas irisaciones como se contenían en su interior, Franco Battiato necesitó, en efecto, recorrer todo un camino de belleza, «nell’attesa del risveglio», esperando el momento del despertar, que, al fin, le ha llegado, a los 76 años de edad, en Villa Grazia, su casa de Milo, en el Parque del Etna.

Jorge Juan Fernández Sangrador

La Nueva España, domingo 23 de mayo de 2021, p. 37

Nuragas

La Conferencia Episcopal Sarda se ha adherido a la solicitud que las autoridades regionales y diversos entes administrativos y culturales de Cerdeña han cursado ante la Unesco para que los nuragas sean reconocidos como «patrimonio identitario de valor universal”. Debe de haber unos siete mil.

El complejo arqueológico de Su Nuraxi, en Barumini, habitado desde el tercer milenio hasta el siglo III antes de Cristo, había sido declarado ya, en 1997, “Patrimonio de la humanidad”. Ahora lo que se pide es que sea la totalidad de la civilización nurágica de Cerdeña la que entre en la lista.

Los nuragas, torres megalíticas circulares con forma de cono truncado, han tenido diversos usos. También el religioso. E incluso cristiano, como atestigua el hecho de que algunos lleven nombres de santos. Así, el santuario nurágico de Santa Anastasia, en Sardara, consistente en un pozo sagrado, sobre el que se levantó una iglesia. O el de Santa Cristina, en Paulilatino.

Estas construcciones, sólidas, abrazantes, silenciosas, telúricas, seguras, son, en virtud del haz luminoso que se derrama en su interior a través del tragaluz de la falsa bóveda, un espacio en el que se unen cielo y tierra, interioridad y exterioridad, oscuridad y claridad, bajura y altura, humanidad y divinidad.

La capilla campestre Bruder Klaus, de Peter Zumthor, en Mechernich-Wachendorf, Alemania, persigue, con otro estilo, efectos semejantes. Impenetrable como una torre medieval, aunque iluminada interiormente por la luz solar, que se adentra en la profundidad de ese gran cerne arbóreo a través del estrecho ojo abierto en la cubierta, por el cual penetra la lluvia, como en el Panteón de Roma, es un microcosmos comunicado con el sobrenatural, que desciende hasta la rugosidad de la tierra, embelleciéndola con su luminosidad.

Son espacios sagrados que, como alguien dijo acerca de los nuragas, enseñan a «caminar sobre la tierra, mirando hacia el cielo». Y era eso también lo que, en el siglo IV, en el monte de los Olivos, en Jerusalén, experimentaban los peregrinos que visitaban el santuario de la Ascensión de Jesús.

Allí, dentro del perímetro del “Imbomon”, un templete con pórticos y sin techumbre, podía verse el cielo, al que, cuarenta días después de su resurrección, había subido el Salvador del mundo precisamente desde aquel sitio.

Hoy, la “aedicula” existente, aunque con bóveda cerrada y arcos ciegos, nos da cierta idea de cómo era el lugar en el período bizantino. En ese santuario, que es, en la actualidad, propiedad de musulmanes, se reúnen, engalanándolo para la ocasión con colgaduras y tiendas de campaña, en la noche de la vigilia y en la mañana de la fiesta anual de la Ascensión, los franciscanos y los cristianos de Tierra Santa, para orar y celebrar la Eucaristía, memorial de la pasión, muerte, resurrección e ida al cielo de Jesucristo, quien anunció que vendría de nuevo a nuestro encuentro, y esa segunda vez en gloria, al final de los tiempos.

Jorge Juan Fernández Sangrador

La Nueva España, domingo 16 de mayo de 2021, p. 28

Nuraga

Capilla campestre Bruder Klaus, de Peter Zumthor

«Aedícula» de la Ascensión

Merón

A los peregrinos que viajaron al monte Merón, en Israel, para celebrar los actos de Lag BaOmer no se les había pasado por la cabeza, ni siquiera un instante, el que la festividad fuese a acabar en semejante tragedia: 45 muertos y más de 150 heridos.

Ahora empieza a saberse quiénes eran los fallecidos a causa de la avalancha humana y ya se tienen noticias acerca de cómo fueron los preparativos en los lugares de origen y de la ilusión con la que miles de judíos devotos se encaminaron hacia el monte de la Alta Galilea.

Es el caso de Moshe Levy, de 14 años, quien llevaba ya tiempo pidiendo en casa que le permitiesen ir a los actos de Lag BaOmer en Merón. Al final, como premio por su buen rendimiento académico, sus padres lo autorizaron a que asistiese bajo el cuidado de su maestro, el rabino Avigdor Hayut. El joven Moshe Levy y su amigo Yedidia Hayut, de 13 años, hijo del maestro, murieron arrastrados por la multitud incontenible.

Los peregrinos cristianos a Tierra Santa han visto probablemente el monte Merón y las casas de Safed desde el barco que hace la travesía por el lago de Tiberíades o desde las ruinas de Kursi, en donde se dice que estaba la Gerasa de los evangelios, o desde el kibutz Ein Gev, en el que hay bungalós para alojarse y un restaurante en el que se sirve el típico “pez de san Pedro”.

En el monte Merón, los judíos se reúnen para las celebraciones de Lag BaOmer, que significa el día 33 del cómputo Omer, entre la fiesta de Pascua y la de las Semanas, pues en él cesó la plaga que hirió a los discípulos de rabí Akiva (siglos I-II d.C.). En esa misma fecha, décadas más tarde, murió rabí Simón bar Yojai (siglo II d.C.), autor del “Zohar”, relevante obra cabalística. Fue enterrado en el monte Merón.

Con la peregrinación de sus discípulos a la tumba, a los que el rabino rogó que no se entristeciesen por su partida, sino que se alegrasen de que, al fin, hubiese alcanzado la unión con Dios, comenzó la práctica de celebrar Lag BaOmer cerca del lugar de su enterramiento. Las hogueras que se encienden en la festividad representan la luz que el maestro irradió sobre el mundo con su sabiduría.

Y mientras las piras del monte Merón se apagaban al llegar el Sabbat hebreo, el patriarca ortodoxo de Jerusalén distribuía entre los fieles, desde el Sepulcro de Cristo, el Fuego Sagrado, en la mañana del Sábado Santo de los cristianos orientales, que celebraron la Pascua, siguiendo el calendario juliano, el domingo 2 de mayo. Fuego Sagrado que aviones transportaron desde Tel Aviv a las principales iglesias ortodoxas, llevando así la llama de Jesús Resucitado a toda la “oikouméne”.

Jorge Juan Fernández Sangrador

La Nueva España, domingo 9 de mayo de 2021, p. 28

Fiesta de Lag BaOmer en El Monte Merón

El Santo Sepulcro, en Jerusalén

Celata Pulchritudo

La Piña de bronce, de cuatro metros de altura, ha sido repuesta en el patio homónimo del Vaticano. Fue retirada para su restauración en 2019 y ahora luce de nuevo, espléndida, en el capitel de mármol sobre el que reposa. La hizo, entre el siglo I y el II d.C., Publius Cincius Salvius. Tal vez para un edificio, una fuente o un monumento del romano Campo de Marte.

Los peregrinos de la Edad Media la vieron en el atrio de la basílica constantiniana de San Pedro, en el lugar para las abluciones conocido como “cantharos Paradisi”. Mas, a causa de las labores de construcción de la nueva basílica, fue trasladada a una de las terrazas del Belvedere y, desde el siglo XVIII, se yergue majestuosa bajo el enorme “nicchione” que actualmente la resguarda.

Dante la menciona en el Canto 31 del Infierno, en la “Divina Comedia”, al describir la faz de Nemrod, uno de los primeros gigantes que el poeta encuentra al llegar a la ciudad de Satán: «Me pareció su cara larga y gruesa como la piña de San Pedro en Roma, y de esa proporción los demás miembros».

A los visitantes de los increíbles Museos Vaticanos se les ofrece la ocasión de admirarla cuando, en el recorrido por las exuberantes galerías, encuentran un momento para descansar al aire libre en el Patio de la Piña. Sin embargo, ya de camino hacia la Capilla Sixtina, al pasar por la Sala de las Musas, deseosos de llegar cuanto antes al santuario de los frescos de Miguel Ángel Buonarroti, no suelen detenerse ante el Torso del Belvedere, que se halla justamente en el centro de la Sala, sita en el Museo Pío Clementino. 

El Torso, escultura de mármol modelada por el ateniense “Apolonio, hijo de Néstor”, como figura en la firma, es del siglo I a.C. Se cree que es la representación del héroe griego Áyax Telamonio en trance de meditar su propia muerte. Y ha sido precisamente ese Torso el que ha inspirado la anatomía de los cuerpos esculpidos o pintados por Miguel Ángel, haciéndose, así, merecedor del título de «discípulo del Torso».

Aunque no sólo de los de Buonarroti, sino también de los de otros muchos creadores, que, desde el siglo XVI, se desplazaron a Roma para, en aquella «escuela del mundo», que son las colecciones papales, dibujar los esbozos a partir de los cuales realizaron sus obras artísticas. Entre otros, Rodin, autor de “El pensador”.

En abril se ha difundido ya el primero de una serie de vídeos, editados por el Vaticano, que serán colgados en la red una vez al mes durante todo el año 2021. El que se encuentra actualmente en YouTube, con una duración de 5 minutos y 12 segundos, está dedicado al Torso del Belvedere y a su significación en la Historia del arte. El programa se titula “Celata Pulchritudo. Los secretos de los Museos Vaticanos”. Está en varios idiomas. También en español.

En los próximos meses, conoceremos, gracias a esas entregas multimedia, los secretos, las curiosidades, las anécdotas, las historias que esconden, en su belleza, las magníficas obras custodiadas en los Museos Vaticanos, cristianas y precristianas, únicas en sus respectivos géneros y cuidadas para deleite de todo el mundo, generación tras generación, en aquellas aulas regias, a la par que sobrias.

Detrás de ellas, además de los ya desaparecidos, y anónimos muchos de ellos, autores, están también silenciosos conservadores, restauradores y estudiosos, que las protegen, las tratan, las reparan y las interpretan. Y los mecenas. De éstos, cabe mencionar a los “Patrons of the Arts in the Vatican Museums”, asociación erigida en los Estados Unidos de América con el fin de financiar la restauración y la conservación de las obras de arte de la Santa Sede, dar a conocer el patrimonio cultural, espiritual e histórico de los Museos Vaticanos, así como mejorar sus instalaciones y acrecentar sus colecciones.

En la última visita al Papa de los “Patrons”, Francisco les dijo: «Contemplar el gran arte, expresión de la fe, nos ayuda, en particular, a redescubrir lo que importa en la vida. De hecho, el arte cristiano nos conduce a nuestro interior y nos eleva por encima de nosotros mismos: nos devuelve al Amor que nos creó, a la Misericordia que nos salva, a la Esperanza que nos aguarda».

Y añadió: «En nuestro mundo inquieto, hoy desafortunadamente tan desgarrado y afeado por el egoísmo y la lógica del poder, el arte representa, tal vez incluso más que en el pasado, una necesidad universal, ya que es fuente de armonía y paz y es una expresión de la gratuidad». Y a esto, tan bellamente expresado por el Papa, es a lo que aspira a contribuir el Centro Cultural Santa Ana de Oviedo.

Jorge Juan Fernández Sangrador

La Nueva España, domingo 2 de mayo de 2021, p. 26

La Piña

El «Maestro» de Miguel Ángel: el Torso del Belvedere

Proyecto «Centro Cultural Diocesano Santa Ana» de Oviedo

La Modernidad pendiente

Son de agradecer las palabras que Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, dirigió por carta a los salesianos de Angola, con los que compartió algunos momentos de su viaje a ese país hace unos días: «Tener la oportunidad de visitar la obra social de los salesianos en Angola es una lección de vida. Su entrega a los demás, tanto en España como fuera de nuestro territorio, es ejemplar. En este barrio de Luanda cumplís con diligencia y perseverancia el mandato del fundador, san Juan Bosco: llevar la educación a los niños y niñas para construir un futuro de esperanza».

Sánchez no ahorra alabanzas: «Os felicito por la excelente labor que estáis realizando con la formación de miles de niñas y niños angoleños y de jóvenes en riesgo de exclusión social. Os felicito por vuestro incansable trabajo para atender las necesidades de los más vulnerables».

Y concluye: «Como presidente del Gobierno, siento un profundo orgullo. Os animo a que sigáis haciéndolo con esa generosidad que os caracteriza y a que la incrementéis, como siempre habéis hecho, en la medida de lo posible». 

«Un profundo orgullo». Ahí queda eso. Ahora, la ministra de Derechos Sociales y Agenda de 2030, Ione Belarra, ya puede saber por boca de un testigo directo, el presidente del Gobierno, lo importante y abnegada que es la obra social de la Iglesia con los menores, los vulnerables y los excluidos. En todo el mundo.

Son de agradecer también las palabras de José Manuel Rodríguez Uribes, ministro de Cultura, tras la visita a la Universidad Católica “San Antonio” de Murcia (UCAM), que se resumen en esta incontenida manifestación de admiración: «La UCAM es un ejemplo a seguir».

Y lo dice el que es no sólo ministro, sino también secretario de Laicidad del PSOE, quien, en una carta reciente a las ejecutivas provinciales del partido, les recordó cuál es la hoja de ruta en lo referente a la aplicación de políticas para la implantación de la plena laicidad, la autonomía moral, la dignidad personal, la amistad cívica, el respeto mutuo y la convivencia en paz.

Es de suponer que Uribes, que prodigó los elogios hacia la Universidad “San Antonio” durante un acto de presentación de deportistas de élite, conozca los objetivos que persigue el centro académico con el que se mostró tan entusiasmado: «Garantizar de una forma institucional la presencia de cristianos con vocación docente y evangelizadora en el mundo universitario, científico y cultural de nuestro tiempo, con el deseo de proporcionar un instrumento válido que dé respuesta desde la fe a los grandes problemas e interrogantes de la sociedad contemporánea, de profundo arraigo cristiano y contribuyendo con ello al desarrollo y progreso cultural, social y humano de la misma». Son palabras de José Luis Mendoza Pérez, presidente de la Fundación Universitaria “San Antonio”.

Sentirse respaldado y ser ensalzado por un ministro que dice estar comprometido con las causas del progreso, la libertad, la igualdad y la laicidad es como para dar saltos de alegría, porque ello significa que una Universidad católica puede llegar a ser el espejo en el que se miren otras instituciones afines que trabajen también, como lo están haciendo las de la Iglesia, en el proceso que conduzca a la culminación de ese proceso que, en la carta que les escribió a las ejecutivas provinciales del PSOE, el ministro de Cultura y Deporte denomina de «la Modernidad pendiente».

Jorge Juan Fernández Sangrador

La Nueva España, domingo 25 de abril de 2021, pp. 26-27

Pedro Sánchez en el colegio de los salesianos de Angola

Pensamiento catedral

En agosto de 1904, Marcel Proust publicó, en “Le Figaro”, un artículo titulado “La mort des cathédrales” (La muerte de las catedrales), en el que describía, haciendo referencia a los edificios históricos eclesiásticos, las consecuencias que acarrearía la aplicación de la Ley Briand para la separación del Estado y la Iglesia.

El novelista partía, en esa tribuna, de la supuesta situación de que el catolicismo hubiera desaparecido de sobre la faz de la tierra sin dejar otro rastro que las catedrales: vacías, mudas, enucleadas, secularizadas, ininteligibles, descontextualizadas. Sin embargo, un grupo de estudiosos habría logrado reconstruir, a partir de documentos antiguos, cómo eran las ceremonias en ellas celebradas.

Y si unos artistas, con deseos de representar el drama sacro que allí oficiaron los sacerdotes del pasado, se atrevieran a llevarlo a escena, el gobierno lo subvencionaría encantado, al igual que el teatro. Más aun, lo financiaría exultante, puesto que se trataría de realizar algo genuino, oportuno y de extraordinario alcance histórico, en aquellos edificios «que son la expresión más alta y más original del genio de Francia», es decir, las catedrales.

Los snobs, escribía Proust, al igual que viajan al santuario operístico wagneriano de Bayreuth, irían entusiasmados a Amiens, Chartres, Bourges, Laon, Reims, Beauvais, Rouen y Paris, para disfrutar de los sagrados ritos, ejecutados por actores, en los lugares para los que aquellos fueron creados. 

Lo que sucedería, sin embargo, es que lo que practicasen los actores no sería otra cosa que diletantismo. Estarían imbuidos de los textos, sí, pero carentes del alma de antaño, mientras que el clero y el pueblo, los arquitectos, los vidrieros, los emplomadores, los escultores, los pintores, los capataces, los albañiles, los canteros, los herreros, los carpinteros, los carreteros, los campaneros y cuantos participaron en la construcción, el sostenimiento y el engrandecimiento de las catedrales, todos ellos “creían”.

Marcel Proust pronosticaba en aquel artículo que cuando las catedrales pasasen a manos del Estado, quedarían secularizadas y destinadas a los más variados usos laicos. Lo que no llegó a imaginar es que, en Francia, se incendiaría una cada diez años a causa de la incuria estatal, según ha declarado Édouard de Lamaze, presidente del Observatorio del Patrimonio Religioso de Francia. Las últimas, Notre-Dame de París y la de Nantes.

«Cuando ya no se celebre en las iglesias el sacrificio de la carne y de la sangre de Cristo, ya no habrá en ellas vida. La liturgia católica forma una unidad con la arquitectura y la escultura de nuestras catedrales, pues aquélla y éstas se derivan de un mismo simbolismo», escribió, lamentándose, el autor de “En busca del tiempo perdido”.

No hacía falta que lo dijera Proust. Los cantos, el órgano, los cirios, el incienso, las estatuas, los vitrales, las columnas, las molduras, las nervaduras, las cenefas, las rejerías, los retablos, los relieves, las inscripciones, las sillerías, los remates, los dorados, los plateados, las puertas, los reflejos de la luz solar, las baldosas ajedrezadas, las vestiduras, las plegarias, los salmos, las procesiones, las gradas, la oratoria, el silencio, el arcano … ¡Qué belleza!

Y es que las catedrales son de gran significación para las sociedades que se desarrollaron en torno a ellas. En las ciudades en las que hay una, ésta señala a toda la ciudadanía que deambula y se arrebuja bajo su maravillosa mole en qué consiste la excelencia de la obra bien hecha, empujada hacia arriba por la fe de quienes la proyectaron, diseñaron y alzaron; manufacturada en unidades de tiempo que duran, en la que menos, cien años; erigida en emblema del tesón, la perseverancia y la confianza en el futuro de las generaciones, una detrás de otra, hasta cinco o seis, que la casi concluyeron, porque una catedral no puede darse nunca por finalizada del todo.

No es extraño, pues, que el concepto “pensamiento catedral” (cathedral thinking) se haya originado a la vista de tan fenomenales construcciones. Ellas representan lo contrario del cortoplacismo, fueron creadas para el disfrute de las generaciones que no conocieron su comienzo, se desarrollaron armonizando en sí, a instancias de la religión, todos los saberes y no cesan de proclamar ante los siglos que, para ser bien, ha de ser el espíritu el que tire de la materia y no al revés.

En ellas resplandecen la fe, la inteligencia, la clarividencia, el buen gusto, la imaginación, la técnica, la economía y el deseo de hacer algo que perdure en el futuro. Y después de leer el libro “The Good Ancestor” (el buen antepasado), del australiano Roman Krznaric, uno se pregunta: ¿seré yo un buen antepasado para quienes me sucedan en el tiempo y en las tareas?

El teólogo Dietrich Bonhoeffer decía que la cuestión última que una persona responsable ha de plantearse no es la de cómo se las va a arreglar para resolver, de la mejor forma posible, el asunto que trae entre manos, sino la de cómo será la vida de la generación que viene a continuación de la suya.

Y en este tiempo nuestro, que discurre entre incertidumbres, emprender acciones audaces que se espera que den frutos en un futuro, ya próximo, ya remoto, es algo que reclaman las personas del mañana, que han de seguir haciendo crecer la magna catedral, incoada anteayer, de la fe religiosa, de la confianza inteligente y del amor que todo lo dignifica, embellece y humaniza.

Jorge Juan Fernández Sangrador

La Nueva España, domingo 18 de abril de 2021, pp. 24-25

Areópago de Oviedo: Para el disfrute de la belleza

El Arzobispado ha presentado, en el Ayuntamiento de Oviedo, con el fin de obtener la correspondiente licencia, el estudio de detalle del edificio que proyecta construir, para realizar actividades culturales, en el solar que se halla en la conjunción de las calles Santa Ana, San Antonio, Canóniga y Mon, en la capital del Principado de Asturias.

El acto de entrega de la documentación que la ley requiere para la obtención de la correspondiente autorización municipal ha coincidido prácticamente con el inicio de las obras de acondicionamiento del “Patriarchio lateranense”, lugar de residencia, en otro tiempo, de los romanos pontífices, junto a la basílica de San Juan de Letrán.

En una carta dirigida, el pasado 20 de febrero, al cardenal Angelo de Donatis, vicario suyo para la diócesis de Roma, el Papa le pedía que emprendiese las obras que fuesen necesarias, en los edificios adjuntos a la basílica, para que pudieran realizarse, en ellos, actividades museísticas y culturales.

Todo cuanto se haga en adelante en las nobles estancias lateranenses ha de ser «para el disfrute de la belleza y para dar relieve a los bienes y al patrimonio artístico», siguiendo, de este modo, la acreditada tradición de la Iglesia, que, a lo largo de los siglos, «siempre ha trabajado para promover lo que es fruto del genio y de la maestría de los artistas», y también expresión de su fe, y para «salvaguardar el patrimonio cultural».

«Esa responsabilidad especial, acompañada de una atenta solicitud a la hora de considerar los lugares, edificios y obras como expresiones del espíritu humano y parte integrante de la cultura de la humanidad, ha permitido a mis predecesores transmitirlos a las distintas generaciones y actuar para conservarlos y ponerlos a disposición de los visitantes y estudiosos», le dice el Papa a su vicario para Roma.

Y es que esos bienes, de naturaleza religiosa, de los que la Iglesia, articulada en la inabarcable extensión de comunidades cristianas diseminadas sobre la faz de la tierra, es titular, han devenido, en virtud precisamente de su condición de vehículos de la transcendente Belleza, en patrimonio de la humanidad.

Humanidad que se deleita en la contemplación de los destellos de Luz y de Verdad que la «Hermosura, tan antigua y tan nueva», en palabras de san Agustín, irradia a través de las obras emanadas de los dedos orantes de los artistas. Obras que, al orientarnos hacia el inefable misterio de Dios, nos desvelan, a la par, iluminados desde esa sobrenatural perspectiva, recónditos habitáculos de nuestro propio ser personal.

Es de tal magnitud el acopio de belleza que han creado y custodian las cerca de mil parroquias de la diócesis de Oviedo, que resulta difícil encontrar otra institución en el Principado de Asturias en la que se dé semejante fenómeno. Y para el servicio de esas parroquias, ricas en historia y fértiles generadoras de arte, y para que el conjunto de la sociedad, en la que tantos sectores se declaran alejados o indiferentes respecto a cuanto ellas representan, pueda admirar la escondida sublimidad que transparentan, en sus múltiples formas, las obras artísticas que componen el patrimonio eclesiástico, y del relato que va indisolublemente aparejado a ellas, es para lo que se erige el centro cultural Santa Ana.

Y no en cualquier lugar, sino en la Zona Monumental de Oviedo, con la Catedral, el Museo de Bellas Artes, las reales iglesias de Santa María, San Tirso y San Isidoro, la de Santo Domingo, la capilla de la Balesquida, el Ayuntamiento, el Arzobispado, la Universidad, el Museo Arqueológico, el monasterio de San Pelayo, el Conservatorio, el Real Instituto de Estudios Asturianos y las Academias, los altos Tribunales de Justicia y las fundaciones asistenciales, colmadas de méritos, de la Cocina Económica, la Residencia “María Inmaculada” y la Casa Sacerdotal Diocesana.

El centro cultural se levantará en un cruce de calles de siempre, en la ciudad literaria de Clarín, de Alain René Lesage y de Dolores Medio, en el corazón del “Oviedo redondo” de la religión, la ciencia, las artes, la armonía cívica y el inicio del Camino de Santiago. Al igual que sucedió en Milán, en donde la Biblioteca Ambrosiana, creada por el cardenal Federico Borromeo, en 1607, una de las instituciones culturales más importantes del mundo, fue edificada sobre el foro de la ciudad romana.

Porque el sitio importa. Cuando san Pablo llegó a Atenas, se dirigió al ágora, en donde entablaba conversación con cuantos frecuentaban el lugar interesándose por las novedades. Había, entre sus interlocutores, epicúreos y estoicos, a los que les hablaba de Jesús y de la resurrección. 

Era tal el ardor que mostraba en sus palabras, que aquellos filósofos, picados por la curiosidad, lo condujeron al Areópago, para que explicara con mayor detalle en qué consistía lo principal de su mensaje. San Pablo pronunció entonces el famoso discurso sobre el «Dios desconocido»: el que a todos da vida y aliento, el que se deja hallar por quienes lo buscan, el que resucita a los muertos.

También Jesús eligió premeditadamente el sitio en el que habría de establecerse para realizar su misión: Cafarnaúm. Ciudad por la que pasaba la “Via maris”, el “Camino del mar”, transitado, durante siglos, por los viajeros que iban de Siria a Egipto y viceversa.

Claro que el sitio importa. Por eso, la realización de un proyecto de la naturaleza del de Santa Ana ha de ser llevado a efecto en ese enclave de la ciudad en el que se prevé que sea erigido, por las razones arriba expuestas, pero, principalmente, para que en el corazón de la metrópoli sea un santuario consagrado a la belleza. En el que todos puedan disfrutar de ella. De la Belleza.

Jorge Juan Fernández Sangrador

Nueva España, domingo 11 de abril de 2021, p. 25