Fashion & Religion

Hace ochocientos cincuenta años que fue consagrada la catedral de Tournai (Bélgica). En el marco de las celebraciones conmemorativas se mostraron públicamente los ornamentos litúrgicos más preciosos del templo y se montó una pasarela sobre la que desfilaron varias personas, que no eran modelos profesionales, ni tampoco sacerdotes, sino voluntarios que se prestaron a recorrerla luciendo las vestiduras artísticas de la sacristía catedralicia.

Antes de la exposición, el TAMAT (Musée de la Tapisserie et des Arts Textiles de la Fédération Wallonie-Bruxelles), con el apoyo de los Amigos de la catedral de Tournai y la Universidad católica de Lovaina, realizó una meticulosa labor de cosido y reparación de desperfectos en las telas y en los bordados.

Además de por razones estéticas, los promotores de esta gran obra de recuperación de los textiles litúrgicos, poco vistos por estar siempre guardados en calajes de la sacristía, la han llevado a cabo sobre todo por la estima que les merece su sacralidad: «Pertenecen a la esfera de lo sacro en el mismo grado que las oraciones, las palabras y los gestos que componen los ritos de las ceremonias religiosas. Si admiramos su belleza, debemos igualmente emplearnos en reinscribirlos en el corazón de la liturgia, que es en la que verdaderamente cobran sentido pleno». De aquí el título de la muestra: “Habiller le culte. Les fastes du textile liturgique de la cathédrale de Tournai”.

Esta exposición, sin embargo, no ha tenido el eco de la del Metropolitan Museum of Art de Nueva York, en The Met Fifth Avenue y The Met Cloisters, en 2018: “Heavenly Bodies. Fashion and the Catholic Imagination». Fue acompañada de bastante alboroto mediático, debido a que, además de las piezas históricas, se exponían vestidos confeccionados bajo inspiración de ropajes de imágenes religiosas, de ornamentos litúrgicos y de atuendos eclesiásticos, lo que le confirió un aura de irreverencia para con las realidades sagradas a las que hacían referencia, que acabó siendo ofensiva para el sentir religioso. Algo parecido a lo que sucedió con la película “Roma”, de Federico Fellini, en 1972. Fue la exposición más visitada de cuantas se han organizado en el Metropolitan Museum of Art (1.659.647 visitantes), superando a la de “Treasures of Tutankhamun”, en 1978, que, hasta ese momento, era la que figuraba como número uno (1.360.957 visitantes).

Para la Iglesia, la importancia de los tejidos, no solo para los usos litúrgicos sino también para el embellecimiento de los templos y de las estancias en las que discurren las horas de cada día, está asociada a la obra creadora de Dios, pues, en el libro bíblico del Génesis, fue él mismo quien confeccionó, en el paraíso, el primer vestido de la humanidad, el de Adán y Eva, que ocultaron su vergüenza tapándose con hojas.

Más aún, el ser humano fue formado, en las entrañas maternas, con primor y amor por Dios, como se lee en el salmo 139: «Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno». Basándose en estas palabras del salmo y en el pasaje del Génesis arriba mencionado, a la Virgen María se le da, en la iglesia siria, el título de “Tejedora”, porque en ella fue tejido el cuerpo humano de Cristo, siendo revestida así, nuestra naturaleza, de gloria.

Y esto es lo que se ha hecho durante siglos en la Iglesia: crear. De los monasterios han salido los paños cosidos y bordados más hermosos que han circulado por el mundo, trabajados con paciencia, un gusto exquisito y una técnica de altísima precisión, siendo los talleres monásticos una suerte de paraísos en la tierra, en los que, además de obras de gran belleza, inapagable aunque pase el tiempo, se tejen relatos.

Relatos distintos de vidas que se encuentran y se unen para escribir un texto (“textus” = tejido), en el que hilos de distintos colores se combinan, de acuerdo con las antiguas tradiciones recibidas, hasta conformar un inmenso y bellísimo tapiz al que luego añadirán su arte otras manos. Y así es como se va desarrollando y embelleciendo también ese ya de por sí extraordinariamente hermoso Tapiz que es la Iglesia.

Jorge Juan Fernández Sangrador

La Nueva España, domingo 20 de febrero de 2022, p. 24

La iglesia de Wotruba

En el Museo Belvedere de Viena se ha clausurado la exposición dedicada a la iglesia de la Santísima Trinidad, que Fritz Wotruba (1970-1975), en colaboración con el arquitecto Fritz Gerhard Mayr, construyó, entre 1974 y 1976, en Georgenberg, en el distrito de Viena Mauer.

Fritz Wotruba (1907-1975) fue uno de los más representativos escultores europeos del modernismo clásico y una figura importante en la reconstrucción de la vida artística y cultural de Viena en las décadas siguientes a la Segunda Guerra Mundial.

En torno a 1960 comenzó a realizar esos diseños tan suyos, en los que, en una combinación de escultura y arquitectura, adquirieron gran preponderancia las formas cúbicas, tubulares y cilíndricas.

La construcción de iglesia de la Santísima Trinidad se debió a la iniciativa de Margarethe Ottillinger, que deseaba, en una Europa que dice haber dejado de creer en Dios, provocar un impacto y mostrar a todo el mundo que aún existen fuerzas resistentes ante la incredulidad.

La verdad es que, en lo que parece un gran desorden, los elementos singulares (152 bloques de concreto) encajan uno encima de otro y acaban por componer un conjunto en el que se integran las distintas posibilidades.

Desde 2019 hay un nuevo rector de la iglesia, el sacerdote Harald Mally, que anima una comunidad muy activa y que visibiliza a los ojos del mundo, también en un templo de formas tan poco convencionales, y tal vez precisamente por ello, lo que es la iglesia peregrina, en la que tiene cabida todos, y que es precisamente en su vitalidad como comunidad cristiana, en la pobreza de los medios y de los materiales, de donde emana su verdadera belleza.

Iglesia de los artistas

Ha fallecido la actriz italiana Monica Vitti, quien, en 1960, se convirtió en estrella internacional por su papel en la película, dirigida por Michelangelo Antonioni, “L´avventura”.

La capilla ardiente fue instalada en una estancia del Campidoglio, en donde el féretro permaneció expuesto durante dos días, siendo después trasladado, con escolta motorizada de la Policía del Estado, y entre los aplausos de la calle, desde la colina romana hasta la iglesia de Santa María “in Montesanto”, en la Piazza del Popolo.

El sacerdote Walter Insero presidió el funeral y, entre las palabras elogiosas que pronunció respecto al modo de ser de la actriz, dijo éstas, que expresan el parecer de muchos: «Nos están abandonando los artistas de aquella generación, dejándonos huérfanos». Y añadió: «Confiemos en que los alumnos logren transmitir lo que ha hecho Mónica». 

Don Walter, nombrado hace un año Capellán de su Santidad, es, desde 2011, el rector de la basílica de Santa María “in Montesanto”. En Roma se la conoce también como “Iglesia de los artistas”. Es, en la Piazza del Popolo, gemela de Santa María “dei Miracoli”. Las dos, dedicadas a las Virgen, fueron construidas por mandato del Papa Alejandro VII, con el fin de que acogiesen a los peregrinos que entraban en Roma por la Puerta Flaminia.

En 1953, monseñor Ennio Francia, oficial de la Secretaría de Estado del Vaticano, canónigo de la basílica de San Pedro y crítico de arte, que era sumamente culto y venía celebrando desde principios de la década de los 40 la Misa de los Artistas, estableció ésta de modo permanente en Santa María “in Montesanto” y, así, empezó a ser llamada “Iglesia de los artistas”. Ahora acuden también a ella, para honrar a su celestial patrono, san Francisco de Sales, los periodistas.

En esa Misa, que es dominical, un artista hace las lecturas de la Liturgia de la Palabra y se procura que las introducciones, la homilía, la música, los cantos y la ornamentación muestren el carácter singular de la celebración y realcen su actualidad y su belleza. Han participado arquitectos, compositores, músicos, cantantes, actores, cineastas, pintores, escultores, escritores, fotógrafos, diseñadores, periodistas, pensadores, profesores e investigadores.

Allí recibieron el último adiós muchas figuras del cine, del teatro o de la televisión. Ahora, Monica Vitti y también el actor Paolo Graziosi; últimamente, el autor de programas para la televisión Paolo Taggi, la directora y guionista de cine Lina Wertmüller o el actor Bud Spencer, entre otros.

Hay en ella, además, conciertos de música sacra, exposiciones de obras de arte religioso contemporáneo, actos culturales en la sacristía decorada con frescos atribuidos al pintor barroco Giovanni Battista Gaulli, “Il Baciccio” y, en Navidad, Pascua y Pentecostés, se desarrollan diversas iniciativas tendentes a mostrar la relación del arte con la liturgia.

Y si decía monseñor Walter Insero que hay actualmente como una sensación de orfandad porque se están yendo las grandes figuras que embellecieron el mundo a lo largo del siglo XX, van desapareciendo también las personas que, como monseñor Ennio Francia, emplearon su creatividad y sus fuerzas para que la Iglesia fuese un hogar en el que los intelectuales y los artistas se sintiesen como en casa.

Jorge Juan Fernández Sangrador

La Nueva España, domingo 13 de febrero de 2022, p. 24

Acompañar

El próximo 11 de febrero, fiesta de la Virgen de Lourdes, se celebrará la 30.ª Jornada Mundial del Enfermo, con el lema «’Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso’ (Lucas 6,36). Acompañar en el sufrimiento».

En su Mensaje para la ocasión, el Papa cita esta frase del filósofo Emmanuel Lévinas: «El dolor aísla completamente y es de este aislamiento absoluto del que surge la llamada al otro, la invocación al otro».

Con ella, Francisco inicia su reflexión acerca del estado de soledad en el que se encuentran los enfermos y de la necesidad que tienen de los demás, de su cercanía, de sus atenciones y de su amor.

Y lo describe con estas palabras: «Cuando una persona experimenta en su propia carne la fragilidad y el sufrimiento a causa de la enfermedad, también su corazón se entristece, el miedo crece, los interrogantes se multiplican; hallar respuesta a la pregunta sobre el sentido de todo lo que sucede es cada vez más urgente».

El ejemplo que pone, para ilustrar esta situación con una referencia próxima a todos, es el de los enfermos a causa del coronavirus, que han de estar necesariamente confinados en sus domicilios, separados de los suyos en unidades de cuidados intensivos o aislados en residencias para mayores.

Y es oportuna la alusión, porque, en efecto, el paciente de coronavirus precisa mucho de la ayuda afectuosa de los demás, pues, sea largo o breve el período de infección, ante una enfermedad de la que se saben aún pocas cosas, la persona contagiada no hace más que explorarse a sí misma para identificar los posibles síntomas y medir su extensión, sin estar seguro de nada.

En ese proceso resultan de gran ayuda las palabras alentadoras, que infundan serenidad, confianza y esperanza. Y las más eficaces son la que provienen del médico y de los familiares y amigos más allegados al enfermo.

Sin embargo, en este asunto, una suerte de diletantismo generalizado se ha impuesto desmesuradamente. Y entre lo que oyen por aquí y por allá, hay personas que no son capaces de contenerse y le formulan al convaleciente de coronavirus unas preguntas o le hacen unos comentarios que habrían de evitar, como, por ejemplo, éstos:

– Cuando, interesándose por su estado de salud, se le pregunta cómo se encuentra, y dice que bien, no es preciso añadir: «Pero ¿de verdad?».

– Y si vuelve a decir que bien, no se le lanza de nuevo el dardo: «Pues hay gente que …».

– No se le pregunta si le han quedado secuelas.

– Ni se le refiere el caso de gente conocida que sigue encontrándose mal, o que recayó, o que murió.

– Ni si sabe en dónde cogió el virus.

– Ni se lo pone en el aprieto de tener que dar explicaciones que no desea y no tiene por qué dar.

– Ni se le recuerda la cifra de fallecidos últimamente.

Nos hallamos en una situación global de salud pública completamente nueva, a la que habrá que saber adaptarse, en la que habrá que progresar en la mejora de las relaciones interpersonales y en la que, para empezar, habrá que aprender a saludarse, no diciendo lo que no se debe.

Epicuro decía que «vana es la palabra del filósofo que no sirve para curar algún sufrimiento del hombre» y la sentencia es aplicable a este caso, como al de cualquier otra enfermedad, ya que la palabra bien administrada posee un potencial curativo inmenso. El efecto balsámico que obra en el corazón angustiado, atemorizado, desanimado, es sensible, penetrante, vital.

Y cada vez que se profiere una palabra, hay que saber calibrar si va suficientemente impregnada de silencio y de aliento, y procurar seguir siempre la recomendación de san Pablo: «Malas palabras no salgan de vuestra boca; lo que digáis que sea bueno, constructivo y oportuno; así hará bien a los que lo oyen».

Jorge Juan Fernández Sangrador

La Nueva España, domingo 6 de febrero de 2022, p. 25

Doctor antiguo y nuevo

En el Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos, del 18 al 25 de enero, el Papa Francisco firmó, con fecha 21 de este mes, el Decreto por el que declaró Doctor de la Iglesia, con el título de “Doctor unitatis”, a san Ireneo de Lyon, al que describió como «puente espiritual y teológico entre cristianos orientales y occidentales».

Lo raro es que no fuera ya Doctor de la Iglesia. Y no sería porque no se lo hubiese reconocido como tal, pues, en Lyon, por ejemplo, se lo tiene, desde antiguo, por «doctor eximius, maximus, praeclarus» y fue precisamente el arzobispo de aquella sede, el cardenal Philippe Barbarin, quien dio los primeros pasos, por medio de una carta, dirigida, el 28 de junio de 2017, al Papa, para que se iniciase el proceso que acaba de concluir.

«Desde hace mucho tiempo, albergo el deseo de que esta gran figura de la Iglesia, considerado como el padre de los Padres de la Iglesia tanto de Oriente como de Occidente, sea proclamado de modo particular ‘Doctor de la unidad’», le confesaba a Francisco, en aquel escrito, el cardenal Barbarin.

No se sabe con certeza ni en dónde ni el año en el que nació Ireneo. Se dice que fue, entre el 130 y el 140, en Esmirna, ciudad sita en la actual Turquía, o en alguna localidad próxima. Se sentó, como discípulo, a los pies de san Policarpo, obispo y mártir, y de él recibió la tradición apostólica que se remontaba al apóstol y evangelista san Juan y, a través de éste, a Jesucristo mismo.

Tampoco se sabe el porqué de su estancia en Lyon. Parece que había allí muchos emigrantes procedentes de Asia Menor y tal vez se halle en esta circunstancia la razón por la cual se desplazó de Esmirna a la Galia Lugdunense. Lo que sí se da por seguro es el hecho de que, en la década de los setenta, formaba parte del presbiterio de Lyon, presidido por el anciano obispo Potino.

En el año 177 fue elegido para que llevase al Papa Eleuterio unas cartas que referían la grave situación en la que se hallaba la iglesia de Lyon, expuesta a padecer, por una parte, la persecución que, bajo el emperador Marco Aurelio, se desató contra los cristianos y la infiltración en la comunidad, por otra, de los seguidores del heresiarca Montano.

La persecución alcanzó su máxima virulencia cuando estaba Ireneo en Roma, librándose así del martirio, con el que fueron coronados casi cincuenta cristianos, entre ellos el nonagenario obispo Potino, que murió a causa de los malos tratos que le infligieron en la cárcel. Ireneo fue designado sucesor suyo y, por tanto, obispo de Lyon.

En el año 190 se suscitó una cuestión que ya se había planteado hacía décadas acerca de la fecha de la celebración de la Pascua. Las comunidades de Asia Menor sostenían que debía ser, como en el judaísmo, el 14 del mes de Nisán; en Occidente, el domingo siguiente a ese día. El Papa Víctor era de este segundo parecer y estaba dispuesto a excomulgar a todas las comunidades de Asía si persistían en su posición.

Muchos obispos, entre ellos Ireneo de Lyon, escribieron al Papa rogándole que velase por la paz, la unidad y la caridad, y lograron, en efecto, que no se consumase un cisma en la Iglesia. Esta y otras acciones pastorales del santo obispo de Lyon le valieron el siguiente elogio del historiador Eusebio de Cesarea: «Haciendo honor a su nombre, pacificador por el nombre y por su mismo carácter, hacía estas y parecidas exhortaciones y servía de embajador en favor de la paz de las iglesias».

Ireneo fue autor de varios escritos, aunque las obras más importantes de su producción teológica son estas dos, sobre todo la primera: “Adversus haereses” y “Demonstratio apostolicae praedicationis”. Debió de escribir “Adversus haereses” después del año 180 para satisfacer el deseo de un amigo, tal vez un obispo, que le había pedido información acerca de los errores heréticos, que Ireneo conocía muy bien.

El título original en griego era “Desenmascaramiento y refutación de la falsa gnosis”, pero el texto primitivo se perdió. No obstante, la traducción latina que se utiliza es antigua y literal. “Adversus haereses” es, desde el punto de vista teológico, una obra fundamental, en la que el autor no sólo pone en evidencia las contradicciones del gnosticismo, sino que establece cuáles son los principios básicos de la doctrina católica, para, desde ella, enjuiciar las heréticas.

Se ha fijado el año de la muerte de Ireneo en el año 202, aunque no parece que haya sido mártir, si bien san Jerónimo, en el siglo IV, y san Gregorio de Tours, en el VI, sostuviesen que lo fue. En este caso, tendría que haber sido durante la persecución desencadenada entre los años 202-203, siendo emperador Septimio Severo.

Y del sólido magisterio de Ireneo, “Doctor de la unidad”, ha quedado prendida, en el ánimo de todos, una hermosa frase que él escribió en “Adversus haereses” y que muestra el optimismo antropológico del que esta gran figura de la Iglesia hizo gala durante toda su vida: “El hombre vivo es la gloria de Dios y la gloria del hombre es la visión De Dios”.

Jorge Juan Fernández Sangrador

La Nueva España, domingo 30 de enero de 2022, p. 23

Eulaliense

Mérida celebrará, en 2023, un Año Jubilar Eulaliense. Se han unido, para esbozar el programa de los actos, el arzobispado de Mérida-Badajoz, el ayuntamiento emeritense y las asociaciones eulalienses. Y el Vaticano les ha comunicado ya que serán concedidas las indulgencias y gracias jubilares que el arzobispo solicitó para quienes peregrinen a la basílica de santa Eulalia.

Santa Eulalia, natural de Mérida, fue una adolescente que dio muestras de poseer durante su martirio, en el año 304, una gran fortaleza, y, por su admirable testimonio de vida y de muerte, mereció que el vate cristiano de lengua latina Aurelio Prudencio (348-410), autor del “Peristéfanon”, le dedicase uno de sus más hermosos poemas.

Los restos mortales de esta virgen y mártir se custodian dentro de una arqueta, que se muestra, para la veneración de los fieles, en el baldaquino que se encuentra en el centro de la capilla de Santa Eulalia, que mandó hacer, en el siglo XVII, el obispo Simón García Pedrejón, en la catedral de Oviedo. En el suelo descansan los cuerpos de varios prelados, entre ellos Mons. Juan Bautista Luis Pérez.

Éste inició su ministerio episcopal en la sede ovetense a principios de 1922. Hace, pues, cien años. Era de Burriana y amigo del sacerdote Maximiliano Arboleya, al que había conocido en Roma y al que nombró deán de la “Sancta Ovetensis”. Los dos eclesiásticos fueron insignes figuras del catolicismo social en España y no debería concluir 2022 sin que se les rindiese a ambos el homenaje que merecen. Monseñor Juan Bautista Luis Pérez falleció, el 6 de noviembre de 1934, en Madrid, un mes después de haber estallado la Revolución de Asturias.

Mas volviendo a santa Eulalia, hay que recordar lo acaecido unos años antes de su nacimiento. Y fue que se declaró una peste terrible que asoló el norte de África. Hubo que suspender toda actividad. Incluidas las persecuciones. Sin embargo, los cristianos, dice un escritor antiguo, olvidándose de sí mismos, visitaban sin precaución a los enfermos, los servían en todo, los cuidaban en Cristo y hasta morían contentísimos contagiados, asumiendo voluntariamente los dolores del prójimo. 

Muchos que se curaron, fallecieron después por fortalecer a otros. Los mejores de entre los sacerdotes, diáconos y laicos, murieron, y por la piedad y fe que mostraron, fueron equiparados a los mártires. Y eso es lo que hemos visto últimamente entre nosotros: en los hospitales, en las residencias de mayores y en domicilios particulares, a causa del coronavirus.  A personas que se han entregado con amor cristiano y una voluntad de oblación plena de sí mismas al cuidado y al servicio de los enfermos y de los ancianos.

He traído esto a colación porque, en el Año Jubilar Eulaliense, van a ser puestas de relieve las relaciones existentes, y puede que de dependencia, entre el cristianismo del norte de África y el de la región en la que se hallaba enclavada Mérida, para luego, a partir de ésta, llegar, por la Ruta de la Plata, al de León y Astorga, tomando como base la famosa carta 67 del obispo san Cipriano de Cartago (200-258), en la que menciona a los fieles de León, Astorga y Mérida.

Y Asturias, con sesenta y dos lugares de culto, entre iglesias parroquiales y capillas, dedicados a santa Eulalia de Mérida, y guardiana de sus restos mortales, no debería, por razones obvias, quedar fuera del conjunto de las celebraciones del 2023 en honor de la santa virgen y mártir emeritense.

Jorge Juan Fernández Sangrador

La Nueva España, domingo 23 de enero de 2022, p. 26

Año de la Lengua

Elio Antonio de Nebrija (1444-1522) será la figura principal de 2022, pues en él se recordará, no solo su fallecimiento, hace quinientos años, sino también sus inigualables e impagables servicios a la Lengua española. El evento ha sido declarado “Acontecimiento de excepcional interés público”, con los correspondientes beneficios fiscales para quienes deseen colaborar en la cofinanciación de los actos conmemorativos.

De modo que las localidades vinculadas a la vida del maestro se han puesto ya, desde hace tiempo, manos a la obra para sumarse, en la medida de sus posibilidades, al general homenaje que se le tribute durante los próximos doce meses: Lebrija, Salamanca, Bolonia, Coca, Zalamea de la Serena, Villanueva de la Serena, Brozas, Sevilla, Medina del Campo, Logroño y Alcalá de Henares. Creo que son, en total, dieciocho. A ver cómo se las imagina Asturias para subirse al carro al que ya han sabido engancharse varios países hispanoamericanos.

Me atrevería a sugerir el que, a lo largo de 2022, se recordase lo que egregias personalidades literarias asturianas han hecho, continuando la labor de Nebrija, en favor de la Lengua desde la Real Academia Española. Sin embargo, después de haber visto el que a la madrileña plaza de Vázquez de Mella, académico, natural de Cangas de Onís, se le retirase el nombre, en el fatigoso quita y pon actual de placas denominativas, sin que nadie, en el Ayuntamiento cangués, ni en el Gobierno ni en las instituciones culturales del Principado de Asturias, ni en la Docta Casa de la calle Felipe IV de Madrid, mostrase en público un adarme de disconformidad con la medida, sólo cabe ser escéptico ante la posibilidad de que nadie secunde la idea.

Me parece que los académicos oriundos de nuestra región han sido veinte: Juan de Villademoros Rico y Castrillón, Pedro Rodríguez Campomanes y Pérez de Sorriba, Gaspar Melchor de Jovellanos y Ramírez, Francisco Javier Martínez Marina, Juan Pérez Villamil y de Paredes, Jerónimo de la Escosura y López de Porto, Pedro José Pidal y Carniado, José Caveda y Nava, Ramón de Campoamor y Campoosorio, Zeferino González y Díaz-Tuñón, Emilio Cotarelo y Mori, Juan Vázquez de Mella y Fanjul, Armando Palacio Valdés, Ramón Pérez de Ayala y Fernández, Carlos Bousoño Prieto, José García Nieto, Víctor García de la Concha, Ángel González Muñiz, Margarita Salas Falgueras y Salvador Gutiérrez Ordóñez.

A ver si la diócesis ovetense, en cambio, se anima y hace algo. Para empezar, rebuscando en el fondo de “Libros viejos y raros” de la biblioteca del Seminario Metropolitano. Y luego dando valor a las aportaciones lingüísticas de los académicos eclesiásticos asturianos: el cura Juan de Villademoros Rico y Castrillón, que fue uno de los fundadores de la Real Academia Española; el canónigo, e historiador del Derecho, Francisco Javier Martínez Marina; y el cardenal dominico fray Zeferino González y Díaz-Tuñón.

Si se toma como referencia el dato de que el académico hubiese recibido en sus años jóvenes la tonsura eclesiástica, la lista de nombres asociados formalmente a la Iglesia se amplía. Pero es que, además, volviendo a Nebrija, éste estudió en Salamanca, cursó Teología en el Real Colegio de España en Bolonia, y, bajo el protectorado del cardenal Cisneros, en Alcalá de Henares, colaboró en la magna obra de la “Biblia políglota complutense”, dejando patente, una vez más, que la Lengua, la Cultura, la Biblia y la Teología son, juntas, además de necesarias colaboradoras, hermosa epifanía de la Palabra única, de la que toda realidad existente proviene y  en la que halla su plenitud.

Jorge Juan Fernández Sangrador

La Nueva España, domingo 16 de enero de 2022, p. 39

In odorem

Parece ser que las cinco palabras más habituales en 2021 han sido “vacuna”, “pandemia”, “mascarilla”, “inmunidad” y “teletrabajo”. Echo en falta, en esta lista, “hidrogel”, el producto que impregna, desde hace casi dos años, nuestras vidas. Dentro de los más variados envases, se encuentra, como las benditeras, a la puerta de los locales que frecuentamos, sacros y profanos, públicos y privados.

Y lo que han mejorado los geles hidroalcohólicos. Los hay de esencia de mango, de pomelo y otros cítricos, de canela en rama, de lavanda, de aroma de playa, de áloe vera, con aroma a manzanilla, con toque de talco y ropa limpia, con olor a colonia de bebé. Aunque ninguno de ellos alcanza el nivel de las fragancias que anuncia la televisión en estos días navideños.

Hay uno que no se publicita, porque ya no lo necesita. Está entre los más vendidos en 2021: el Nº 5 de Chanel, que ha cumplido cien años desde su salida a la venta en 1921. Y es que, en cuanto a perfumería, Francia es inigualable. Lo sabe bien Leonor Santos Suárez, la asturiana que dejó la aldea, en los años 60, para irse a París.

Ella, con su marido Jean-Marie Greyl, crearon una importante industria de productos capilares: los aceites Huile de Germe de Blé y Huile de Palme, que luego se transformó en L’Huile de Leonor Greyl, entre otros. Y hoy figuran entre su clientela Meghan Markle, Madonna, Nicole Kidman y Kim Kardashian.

Pero Leonor no se olvida de sus orígenes humildes en Asturias: «Siempre pedía cosas a Dios, pero nunca pensé que me fuese a dar tanto, me ha dado demasiado», confesó ante los periodistas que acudieron a la celebración del quincuagésimo aniversario del nacimiento de la marca “Leonor Greyl”.

A la que le ha ido fabulosamente en la vida ha sido a Françoise Bettencourt Meyers, propietaria del 33% de las acciones de la empresa de cosmética L’Oréal. Es, según Forbes, la mujer más rica del mundo: 73.6 mil millones de dólares. Está casada con Jean-Pierre Meyers, judío y nieto de rabino.

Ha sido probablemente el deseo de conocer mejor la religión de su marido lo que la ha llevado a estudiar la Biblia y a publicar en cinco fascículos, recogidos en un estuche, los resultados de sus trabajos, que no son de alta exégesis, sino aproximaciones al vocabulario, las genealogías, los animales, las medidas, la monedas, los números y al Antiguo Testamento como vínculo de unión entre el judaísmo y el catolicismo. 

Se titula “Les trompettes de Jéricho. Regard sur la Bible. Mieux se comprendre entre juifs et catholiques”. En el prólogo confiesa que, habiendo sido toda su vida, por familia y por educación, de práctica religiosa católica, llegó un momento en el que sintió la necesidad de adentrarse en la Sagrada Escritura, para conocerla mejor y colmar una laguna importante en su formación.

Se esperaría de ella que hubiese escrito un capítulo sobre los perfumes y los ungüentos, a los que la Biblia otorga tanta importancia. Pero no. Tal vez la explicación se encuentre en lo que ha dicho en cierta ocasión: en su casa no se trata ese tema, quedando aparcado cuando salen del ámbito empresarial.

Es imposible citar todos los pasajes bíblicos en los que se mencionan los perfumes. Los hay bellísimos, pero hay uno que, tomado del Cantar de los Cantares (1,3), ha sido recibido por la Iglesia como una profecía y una acabada expresión de su relación esponsal con Cristo: «Trahe me, post te curremus in odorem unguentorum tuorum» (Vamos presurosos detrás de ti siguiendo la fragancia de tus perfumes).

Jorge Juan Fernández Sangrador

La Nueva España, domingo 2 de enero de 2022, p. 28

Nuestra Señora de los Buenos Libros

Todo el amparo, señora,

de mi libro en ti le libro;

pues eres libro en quien Dios

enquadernó sus prodigios.

Si al que es vida le ceñiste

en tu virgen pergamino,

ya libro eres de la vida;

vida has de ser de los libros.

El gran Autor con la pluma

del espíritu divino,

sobre tu papel intacto,

sacó su palabra en limpio

sin copia, por ser tú sola;

sin tinta, por ser arminio;

sin original obscuro,

y sin borrador delito.

Libro eres de cuenta, donde

el más estrecho juicio

siempre suma lo constante

pero nunca lo caído;

libro de memoria, siempre

para hacerme beneficio,

y en blanco, pues por ti Dios

mis culpas pone en olvido;

de Palma, o libro, tus hojas

en tu concepción las miro,

allá en tu parto azucenas

y en tu soledad cuchillos.

Tu essención es privilegio,

tu tassa precio infinito,

general tu aprobación,

gloria el fin, gracias el principio,

impresión estrellas, coma,

la luna, punto el sol mismo,

rectas líneas, blanco margen,

luces letras, cielo estilo

y al fin concepción sin mácula

es el título aplaudido

de tu libro, porque es Dios,

el concepto de tu libro.

O libro cerrado a culpas

y abierto a humanos gemidos;

borre un rasgo de tus gracias

las erratas de mis vicios.

(Romance anónimo)

Madonna del Magníficat, de Sandro Botticelli