Dante Alighieri refiere en “Vida nueva”, una pequeña obra en cuarenta y dos capítulos breves, cómo fue el primer encuentro con su adorada Beatriz. Y todo cuanto se dice en este amoroso tratadillo discurre “in itinere”.
Los hechos acontecen yendo de camino los personajes hacia alguna parte, mientras que no parece haber otra interioridad que no sea la del poeta, que derrama, enteramente enamorado, sus ensoñaciones hacia afuera en sublimes versos.
Destacaré, de entre éstos, el soneto “A toda alma cautiva”, que Dante compone tras haber tenido un sueño, en el que ve a un hombre, de pavoroso aspecto, aunque contento, que sostiene entre sus brazos a la amada y le dice a Alighieri: «Vide cor tuum» (Mira tu corazón). Es en el capítulo 3.
A partir de este texto, el irlandés Patrick Cassidy construyó una bellísima pieza musical, que se ha hecho popular gracias a la película “Hannibal”, del director británico Ridley Scott, que nuevamente hizo uso de ella en “El Reino de los Cielos”.
Mas tornando a “Vida nueva”, ya hacia el final de la obra, en el capítulo 40, habiendo fallecido Beatriz, Dante se encuentra con unos peregrinos que se dirigen «a ver la bendita imagen que Jesucristo nos dejó de su hermosísimo rostro». El poeta alude probablemente al Paño de la Verónica, que se custodia en Roma.
«Los cuales peregrinos iban, a lo que me pareció, muy pensativos», prosigue Alighieri. Y les dedica un soneto que comienza así: «¡Oh, peregrinos, que pensando vais!». Aunque, en sentido estricto, comenta él, no es propiamente peregrino «sino quien va hacia la casa de Santiago o vuelve».
Del temperamento reflexivo y taciturno de los peregrinos, escribe Dante en el Canto 23 del “Purgatorio”, en la “Divina Comedia”: «Como los peregrinos pensativos hacen al encontrar por el camino gente desconocida, que se vuelven a mirarla sin pararse, así detrás de nosotros, andando más de prisa, venía, y al adelantarnos nos miraba con asombro, una multitud de almas callada y devota».
Y al observar a los peregrinos que fluyen por las distintas vías que conducen a la tumba del Apóstol en Compostela y avanzan silenciosos, con bastones, soportando el peso de una mochila enorme, presurosos, sin detenerse, inexpresivos, uno se pregunta: ¿en qué van pensando?
¿Tal vez en lo que habrían querido decir a otros y no lo dijeron por falta de coraje? ¿Acaso en aquello que, habiendo dejado pasar la oportunidad de que llegase a ser, ya nunca va a poder ser? ¿O en lo que su imaginación les pinta como un futuro pleno de éxito y de felicidad? ¿Se habrá desatado en su interior el haz en el que se agavillan los sentimientos y las emociones?
Seguro que piensan en las personas a las que aman, con las que habrían deseado compartir la estética experiencia de ver los cendales de niebla reposar sobre el pando; de toparse con una casa de piedra en una aldea o una quintana en la que apetece quedarse a vivir para siempre; de transitar, a través de una fronda de robles y hayas, con líquenes, por una senda que las hojas de todos los otoños anteriores mullen obsequiosas para solaz del caminante; de saberse libre, en la falda de una colina, con sólo el cielo arriba, la tierra abajo y la brisa acariciadora.
En lo más alto del tramo jacobeo de los Hospitales, en Asturias, hay un “cairn”, un túmulo al estilo de los antiguos morcueros, con retratos de los seres queridos, que ya han fallecido, de los viandantes, que los depositaron allí junto a estampas de la Virgen María y plegarias escritas en papelillos guardados entre las piedras.
Los peregrinos fueron erigiendo, de ese modo, en aquella cima, un santuario lítico, vertical, elemental, esencial, edificado por el amor y para la oración. Y en un guijarro, alguien escribió esta frase, al estilo de las del escocés John Muir: «And up the mountain you go, to lose your mind and find your soul» (Y asciendes hasta lo más alto de la montaña para que, acallando tu mente, halles tu alma). Cierto. Así también en el Camino de Santiago. Se emprende con el fin de encontrar a Aquel que mora, como en un templo, en la propia alma. El “Tú” que explica el “yo”.
Y esto sucede durante las horas de marcha silenciosa. Meditando. El vocablo proviene de la misma raíz indoeuropea (-med) que “medicar”. Porque eso es precisamente la meditación: una medicina que lenifica y cura las heridas que las circunstancias vitales y particulares infligen al alma. El bálsamo que el peregrino se auto aplica sin restricción alguna mientras camina pensativo hacia el encuentro con Dios a través de las rutas trazadas por la fe cristiana.
Jorge Juan Fernández Sangrador
La Nueva España, domingo 22 de agosto de 2021, p. 28

Acuarela del artista Julio Solís
«Vide Cor Meum» es una canción compuesta por Patrick Cassidy, basándose en «Vida Nueva», de Dante, concretamente en el soneto «A ciascun’alma presa», en el capítulo 3 de «Vida Nueva». Fue producida por Patrick Cassidy y Hans Zimmer, e interpretada por Libera / Lyndhurst Orchestrathe y dirigida por Gavin Greenaway. Los cantantes son Danielle de Niese y Bruno Lazzaretti, dando voz a Beatriz y a Dante respectivamente. La canción se escuchó por primera vez en la película «Hannibal», cuando el Dr. Hannibal Lecter y el Inspector Pazzi asisten a una opera al aire libre en Florencia. Fue compuesta especialmente para la película.










