Felicitación Navideña de la Curia Arzobispal de Oviedo 2023

  • Discurso de felicitación pronunciado por el Vicario General de la Diócesis (22 de diciembre de 2023):

Sr. Arzobispo

Nos reunimos un año más junto a la representación del misterio navideño para felicitarle las Pascuas, que es como solemos decir en España, vinculándolas, como no puede ser de otra manera a la Pascua, ya que el Niño que nace en Belén se halla desde el mismo instante de su alumbramiento bajo el signo de la Pascua, siendo las tablillas de su cuna, como dice una piadosa tradición, las mismas con las que se compuso la cruz en la que había de morir para redención de todos.

El 25 de diciembre, día en el que desde antiguo se conmemora el Nacimiento de Cristo, no fue una cristianización de la celebración del “Dies Natalis Solis Invicti”, que fue instaurada en el año 274 por el emperador Aureliano, enemigo acérrimo del cristianismo, para diluir la fiesta cristiana del nacimiento de verdadero Sol que nace de lo alto, sino que, en el año 221, cincuenta años antes, ya estaba atestiguada la fecha de la celebración de la Navidad por Sexto Julio Africano en sus famosas “Cronografías”.

La del 25 de diciembre no es en modo alguno fiesta de origen pagano, sino todo lo contrario. Más tarde, Juliano el Apóstata, haría algo semejante, en su odio anticristiano, para desdibujar en todo cuanto le fuese posible la obra de su antecesor Constantino en favor de la verdadera fe, que es la cristiana, y no otra. Como es ya práctica habitual lo principales altavoces de estas falsedades son no pocos púlpitos eclesiásticos, en los que se incorpora acríticamente cualquier dato que pueda contradecir, no solo lo que siempre se ha enseñado, sino la Verdad en sí misma. Pero como es de todos sabido, la Iglesia es la única institución que se ha podido permitir desde siempre el lujo de mantener a los propios detractores con cargo al presupuesto.

Aunque el año 2023 comenzó con el anuncio del fallecimiento del admirado Papa Benedicto XVI y con la triste noticia de la muerte instantánea en accidente de tráfico del joven sacerdote Enrique Álvarez Moro, ha sido un año éste de la habitual actividad diocesana, que es increíblemente continuada y, a la vez, poco conocida, y que no puedo glosar ahora con la extensión que se merece, pero sí, al menos, enumerar en una mínima parte: la nueva sede de Cáritas, junto al arzobispado; el nuevo museo de Covadonga, la creación de la Fundación “Educatio Servanda”, la siembra de una nueva semilla en Gamia, Benín, con la bendición de la iglesia de san Francisco; la constante atención a los bienes inmuebles y muebles de las parroquias. En lo que llevamos de año se han invertido en torno a dos millones de euros en obras de restauración de templos, casas rectorales, cementerios y otras instalaciones de la Iglesia. De abandono del patrimonio eclesiástico, nada de nada. Al contrario. Es una de nuestras más perentorias ocupaciones.

A lo anteriormente dicho hay que añadir la Santa Visita Pastoral al arciprestazgo del Fresno, la ordenación de seis nuevos sacerdotes, la administración de sacramentos de iniciación cristiana a más de doscientos catecúmenos en la catedral en mayo y la inscripción de más de doscientos para el presente curso. Hemos de agradecer a la Conferencia Episcopal Española el que, al fin, haya publicado el material que se precisa para instruir a los catecúmenos en la maravillosa, luminosa e inigualable fe cristiana que nos llega a través de nuestra santa Madre la Iglesia.

Usted, Señor Arzobispo, recibió a los visitadores apostólicos de nuestros dos seminarios y asistió con la Conferencia Episcopal Española a la audiencia papal con motivo de la entrega del informe de esa visita, que, cuando llegue con las particularidades de cada diócesis, será de gran utilidad para saber en qué aspectos.

Otro encuentro mantenido con el Papa, esta vez en Lisboa, contó con una numerosa participación de jóvenes de nuestra diócesis, que, tras unos días de convivencia, reflexión y meditación en la capital lusa, regresaron a Asturias con una fuerte experiencia de Iglesia universal y de fortalecimiento de su fe ya de por sí, siendo jóvenes, audaz, libre y apostólica.

Usted, Sr. Arzobispo, como metropolitano, presidió el encuentro en Covadonga de Obispos, Vicarios y Arciprestes de la Provincia Eclesiástica, que versaron sobre la comunicación en la vida de la Iglesia y de los presbíteros, y como metropolitano despidió al hasta hace poco Obispo de Santander, Mons. Manuel Sánchez Monge, y recibió al nuevo Pastor de esa diócesis sufragánea de Oviedo: Arturo Pablo Ros Murgadas.

Hemos celebrado en este año la creación de un Cardenal asturiano, el luanquín y salesiano Padre Ángel Fernández Artime; el quincuagésimo aniversario de la Casa Sacerdotal Diocesana, de la Iglesia de San Miguel de Pumarín, en Gijón, y de la Iglesia de La Fresneda. Y nos hemos alegrado al saber que, con el inicio del Adviento, se ha recuperado la Misa dominical Valdediós, en donde reside desde hace unos meses la Comunidad de la Presencia de Dios, consagrada a la oración y a la atención espiritual de quienes la soliciten.

Al levantar ahora la vista de los papeles y extenderla sobre este auditorio, en el que está presente el personal que atiende día a día los servicios diocesanos, deseo manifestar públicamente la minuciosidad, la implicación y la competencia con la que desarrollan su respectivos encargos y cometidos y pedirles perdón y lamentar sinceramente el mal ejemplo que damos ante ellos los sacerdotes.

En este año, ha habido un acontecimiento de gran importancia y que no debe ser obviado en una circunstancia como ésta: la marcha de Angelín. De Angelín segunda fase, porque hubo una primera: la del Seminario en su día y hace ya mucho tiempo. De Angelín poco puedo deciros que no sepáis. Eso que no sabéis y yo podría contar debería ser en un libro. Y me estoy refiriendo a sus años de trabajo en la Casa de Santiago de Jerusalén y de su participación en las importantes campañas arqueológicas en las estuvo presente, así como en los decisivos acontecimientos políticos en el Próximo Oriente que están aún sin resolver, como podemos ver en la reciente crisis bélica en la franja de Gaza.

Finalmente, ha habido en este último trimestre unos encuentros por las tres vicarías territoriales para conocer un poco mejor la teología del evangelista san Lucas y, en concreto, su libro de los Hechos de los Apóstoles. Se cree que, al principio, ambos libros eran solo uno, que comenzaba en el capítulo 3 de Evangelio: 

En el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: «Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; los valles serán rellenados, los montes y colinas serán rebajados; lo torcido será enderezado, lo escabroso será camino llano. Y toda carne verá la salvación de Dios».

Pero a todo eso le faltaba algo. A ese gran relato de la vida de Jesús, de los apóstoles, de Pablo, de los diáconos, de los misioneros, de la Iglesia naciente, le faltaba algo. Le faltaba la Navidad. Y fue lo último que se incorporó a esa magna obra. Hemos realizado infinidad de tareas aquí, en casa, en donde quiera que hayamos estado, pero a eso si le falta la Navidad le falta algo. Le falta lo que debe haber siempre al final de los quehaceres: la esperanza de Isaías, la alegría de los pastores, la clarividencia nocturna de los Magos, la humildad del Bautista, la confianza de Simeón, la religiosidad de Ana Fanuel, el silencio meditativo de Zacarías, la fecundidad a última hora de Isabel, la paciencia de José, la fe de María, la exultación de los ángeles, la luminosidad de la estrella, la tenacidad de la mula, la perseverancia del buey, la paz en los corazones y las tablillas del pesebre, que son las de la cruz que no ha de faltar, para que nazcamos de nuevo, que se puede. Los relatos de la infancia, como los prólogos de los libros, se han insertado al final. Y esta Navidad, como todas, está al final del año para que iniciemos con espíritu renovado el año 2024.

Que la Curia diocesana de Oviedo le desea, Señor Arzobispo, que esté colmado de salud, paz y frutos de santidad sacerdotal.

Antes de concluir, deseo dar las gracias a Saúl, que nos acompaña todos los años con su arco para embellecer la lectura del Evangelio y el canto del villancico, y a la Asociación de belenistas que nos deja, para estas fiestas, esas imágenes hermosísimas del misterio navideño.

Sr. Arzobispo, todos los que componemos su Curia episcopal, y en este año en el que se conmemoran los 800 años de la tradición franciscana del Belén, le deseamos que tenga una santa y feliz Navidad.