Ha fallecido María Kodama (1937-2023), esposa de Jorge Luis Borges, a la que conocí en la sede de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, en la calle Anchorena de Buenos Aires. Fue ella quien me recomendó, al preguntarle yo cuál era, a su entender, la mejor edición de las “Obras completas” del escritor, la de Sudamericana.
Me pareció un rasgo de honestidad intelectual, porque María estaba colaborando con otro sello editorial, cuando le pedí su opinión, en la publicación de la obra de Borges. Me dijo que era la mejor edición de los escritos borgeanos y compré todos los volúmenes en la librería Cúspide de la calle General Alvear de Buenos Aires. Fue en un día de finales de noviembre o principios de diciembre de 2014.
Aún recuerdo la silueta en cartón, de tamaño casi natural, del literato, que había en el recibidor de la Fundación, con esta leyenda: «Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso». Es del prólogo de “Los Conjurados” (1985).
Fue en aquel viaje mío a Buenos Aires cuando le oí a María contar la famosa anécdota que tanto le gustaba referir acerca de cómo descubrió la belleza. Cuando tenía sólo cuatro años, preguntó a su padre, Yosaburo Kodama: “¿Qué es la belleza?”. Él guardó silencio.
Al cabo de unos días, su padre le regaló un libro con fotografías de esculturas griegas y le mostró la Victoria de Samotracia. María dijo: “¡No tiene cabeza!”. Su padre le replicó: “¿Quién te ha dicho que la belleza está en una cabeza? Mira los pliegues de la túnica, agitados por la brisa del mar. Detener la brisa del mar en el movimiento de los pliegues de esa túnica para la eternidad, ésa es la belleza”.
Jorge Juan Fernández Sangrador
