Monseñor Leonardo Sapienza, Regente de la Prefectura de la Casa Pontificia, ha publicado la agenda del Papa Pablo VI, con lo acontecido desde el viernes 21 de junio de 1963 («ore 11,22: Fumata bianca dalla Cappella Sistina») hasta el sábado 12 de agosto de 1978 («ore 18,00: Piazza San Pietro: Solenni esequie del Papa Paolo VI presiedute dal Cardinale Carlo Confalonieri, Decano del Collegio Cardinalizio»).
El libro, que se titula “Opere e giorni di Paolo VI”, en Edizioni Viverein, tiene mil diez páginas. Figuran algunas notas autógrafas del Papa y el compilador asegura que aparecerán, en el futuro, las que faltan. Como viene un índice, que es, por fuerza, incompleto, he ido a ver si está don Gabino Díaz Merchán. Y claro que está. Con don Elías Yanes Álvarez, Obispo Auxiliar de Oviedo. La audiencia tuvo lugar a las 12,00 horas del jueves 19 de octubre de 1972.
Tras la visita, don Gabino hizo este comentario, que he encontrado en un artículo de Vicente Cárcel Ortí:
«La conversación con el Santo Padre es siempre estimulante, y lo que más me ha impresionado es la confianza que el Santo Padre nos ha demostrado, no sólo a nosotros, sino a todos los obispos españoles; ver cómo sigue tan de cerca nuestra vida y sabe lo que hacemos y a dónde vamos, ver cómo nos estimula… El Santo Padre nos alienta a tener paciencia, que en estos tiempos es muy necesaria, para saber escuchar, para saber esperar… Nos alienta a trabajar con amor a la Iglesia, con mucho amor a las personas, aun a aquellas que pudieran no comprender nuestra actitud, nuestra acción…».
Y al leerlo, recordé lo que don Gabino me contó acerca de dos entrevistas suyas con Pablo VI, en las que éste le habló de la paciencia y le hizo ver el gran respeto que sentía hacia las personas. En una de ellas, el Papa le preguntó cómo le iba en la diócesis. Don Gabino le respondió, entre otras cosas, que le costaba emplear, en el gobierno pastoral, el báculo. Y el Papa le dijo: «No emplee el báculo».
Don Gabino comentaba que, en las situaciones en las que creyó que debía recurrir al uso del báculo, para imponerse, se equivocó al hacerlo. Y don Maximino Romero de Lema, al que Pablo VI nombró Arzobispo Secretario de la Sagrada Congregación para el Clero, confesaba: «Siempre que dije algo con enfado, nunca tuve razón. Incluso teniendo de mi parte todas las razones».
En otra ocasión, don Gabino fue de clergyman a una reunión que se celebraba en Roma. No viajaba directamente desde España. Y la maleta que había de transportar la sotana ribeteada, no llegó a la Ciudad Eterna. El problema surgió cuando don Gabino se encontró con que había audiencia pontificia. Como a ésta había acudido muchísima gente, pensó que nadie repararía en él si se quedaba, como un cura más, con su clergyman, entre el público.
Pero en la relación de asistentes figuraba un arzobispo y los organizadores de la audiencia no pararon hasta que dieron con don Gabino. Le rogaban que se acercara al Papa. Y don Gabino decía que no. Tal como iba vestido, no. Tanto le insistieron que, al final, accedió. Y cuando le tocó saludar al Pontífice se disculpó y le explicó a qué se debía el que no vistiese sotana ni portase los distintivos de la dignidad episcopal. Y Pablo VI le respondió: «Aquí lo importante es la persona». Don Gabino se conmovió al escuchar estas palabras.
¡Cómo quería Pablo VI a los obispos! Durante una concelebración en la Capilla Sixtina, con motivo de una Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana, al ver procesionar a tantos mitrados el Papa le dijo en voz baja a monseñor Virgilio Noè, Maestro de Ceremonias: «¡Cuánto Espíritu Santo!». Y con esto quedó dicho todo ¡Qué grande era!
Jorge Juan Fernández Sangrador
La Nueva España, domingo 17 de julio de 2022, p. 26
