In odorem

Parece ser que las cinco palabras más habituales en 2021 han sido “vacuna”, “pandemia”, “mascarilla”, “inmunidad” y “teletrabajo”. Echo en falta, en esta lista, “hidrogel”, el producto que impregna, desde hace casi dos años, nuestras vidas. Dentro de los más variados envases, se encuentra, como las benditeras, a la puerta de los locales que frecuentamos, sacros y profanos, públicos y privados.

Y lo que han mejorado los geles hidroalcohólicos. Los hay de esencia de mango, de pomelo y otros cítricos, de canela en rama, de lavanda, de aroma de playa, de áloe vera, con aroma a manzanilla, con toque de talco y ropa limpia, con olor a colonia de bebé. Aunque ninguno de ellos alcanza el nivel de las fragancias que anuncia la televisión en estos días navideños.

Hay uno que no se publicita, porque ya no lo necesita. Está entre los más vendidos en 2021: el Nº 5 de Chanel, que ha cumplido cien años desde su salida a la venta en 1921. Y es que, en cuanto a perfumería, Francia es inigualable. Lo sabe bien Leonor Santos Suárez, la asturiana que dejó la aldea, en los años 60, para irse a París.

Ella, con su marido Jean-Marie Greyl, crearon una importante industria de productos capilares: los aceites Huile de Germe de Blé y Huile de Palme, que luego se transformó en L’Huile de Leonor Greyl, entre otros. Y hoy figuran entre su clientela Meghan Markle, Madonna, Nicole Kidman y Kim Kardashian.

Pero Leonor no se olvida de sus orígenes humildes en Asturias: «Siempre pedía cosas a Dios, pero nunca pensé que me fuese a dar tanto, me ha dado demasiado», confesó ante los periodistas que acudieron a la celebración del quincuagésimo aniversario del nacimiento de la marca “Leonor Greyl”.

A la que le ha ido fabulosamente en la vida ha sido a Françoise Bettencourt Meyers, propietaria del 33% de las acciones de la empresa de cosmética L’Oréal. Es, según Forbes, la mujer más rica del mundo: 73.6 mil millones de dólares. Está casada con Jean-Pierre Meyers, judío y nieto de rabino.

Ha sido probablemente el deseo de conocer mejor la religión de su marido lo que la ha llevado a estudiar la Biblia y a publicar en cinco fascículos, recogidos en un estuche, los resultados de sus trabajos, que no son de alta exégesis, sino aproximaciones al vocabulario, las genealogías, los animales, las medidas, la monedas, los números y al Antiguo Testamento como vínculo de unión entre el judaísmo y el catolicismo. 

Se titula “Les trompettes de Jéricho. Regard sur la Bible. Mieux se comprendre entre juifs et catholiques”. En el prólogo confiesa que, habiendo sido toda su vida, por familia y por educación, de práctica religiosa católica, llegó un momento en el que sintió la necesidad de adentrarse en la Sagrada Escritura, para conocerla mejor y colmar una laguna importante en su formación.

Se esperaría de ella que hubiese escrito un capítulo sobre los perfumes y los ungüentos, a los que la Biblia otorga tanta importancia. Pero no. Tal vez la explicación se encuentre en lo que ha dicho en cierta ocasión: en su casa no se trata ese tema, quedando aparcado cuando salen del ámbito empresarial.

Es imposible citar todos los pasajes bíblicos en los que se mencionan los perfumes. Los hay bellísimos, pero hay uno que, tomado del Cantar de los Cantares (1,3), ha sido recibido por la Iglesia como una profecía y una acabada expresión de su relación esponsal con Cristo: «Trahe me, post te curremus in odorem unguentorum tuorum» (Vamos presurosos detrás de ti siguiendo la fragancia de tus perfumes).

Jorge Juan Fernández Sangrador

La Nueva España, domingo 2 de enero de 2022, p. 28