Con esta nueva entrega de la serie «Celata Pulchritudo», por la que la dirección de los Museos Vaticanos pretende acercar los tesoros custodiados en éstos al público en general, nos eleva ahora a las cimas de la Belleza, tal como se se hallan en la bóveda de la Capilla Sixtina.
Gracias a las plataformas móviles, llamadas «arañas», se puede ascender a 20 metros sobre el suelo, para dar a las pinturas el mantenimiento que requieren. Esto viene haciéndose desde los tiempos del Papa Paulo III (1543), quien creó la figura del «Mundator», que habría de encargarse de que las de la Capilla Sixtina y la Sala Regia no perdiesen, a causa del polvo y las partículas de suciedad ambiental, su esplendor.
Con la creación del Laboratorio de Restauración de Pinturas, en 1923, cobró nuevo impulso esta tarea, al servicio de la cual fueron incorporándose los avances técnicos que los tiempos han ido trayendo. Hoy se ocupa de aquellos antiguos menesteres del «Mundator» la Oficina del Conservador, creada en 2008. Es ella la que vela para que las condiciones ambientales sean las que se precisan para el mantenimiento del buen estado de los frescos y de las obras artísticas de esas salas del Vaticano.
Y así, en los meses de enero y febrero, equipos de científicos y operarios suben hasta las pinturas de Miguel Ángel cuando el público ha abandonado ya la Capilla Sixtina. Y permanecen allá arriba, revisando cuidadosamente todo, desde las 18,00 horas hasta las 23,00 horas cada día.
Eliminan el polvo, estudian la película de la pintura y el enlucido, comprueban que no haya desprendimientos o hayan aflorado sales u hongos, y supervisan el correcto funcionamiento de los treinta sensores que miden los valores climáticos de la Capilla. Están ocultos en las cornisas.
Téngase en cuenta que la Capilla Sixtina es visitada por seis millones de personas al año, que producen dióxido de carbono, vapor, humedad y calor. Hay, por tanto, que estar muy pendientes de que no se dañen las pinturas por la presencia de los visitantes. Y para eso resultan de gran utilidad los sensores.
Y, de este modo, la Iglesia sigue prestando al mundo el gran servicio de la fe, que crea cultura, belleza y da sentido a nuestras vidas, y recurre a los conocimientos científicos y tecnológicos que contribuyen a preservar ese acervo que se ha generado en su seno durante siglos para dar gloria al que es la fuente de la Belleza y mostrar el esplendor de la Verdad, y que ha hecho de la Capilla Sixtina un recipiente de diez mil metros cúbicos de radiante Hermosura desplegada en los dos mil quinientos metros cuadrados de superficie pintada.
