Illegio es un pueblo que no llega a 350 habitantes. Se halla en la región histórica y geográfica de Friuli, en donde Italia alinda con Austria. Y se ha hecho famoso por las exposiciones de arte y los eventos culturales que en él se vienen organizando desde hace veinte años.
Al frente de todo ello están los dos sacerdotes que llevan la parroquia, dedicada a san Floriano: Angelo Zanello y Alessio Geretti. Atienden otras de la zona, pero en la de Illegio es en la que concurren los factores que han permitido desarrollar la fabulosa empresa que la ha hecho merecedora del respeto y del apoyo de las principales instituciones gubernamentales y culturales de Italia y de los museos más importantes de Europa.
En el año 2000, los dos sacerdotes le hablaron al pueblo en estos términos: «Vivís inmersos en un gran patrimonio de historia y de arte, pero, sobre todo, de fe: es necesario valorizarlo, por vosotros mismos y por los demás, inventando nuevas formas de misión y de evangelización».
Y el vecindario entero se puso manos a la obra. Se sumaron al “Proyecto cultural” que por entonces dirigía la Conferencia Episcopal Italiana. Ningún episcopado del mundo fue capaz de emprender una iniciativa como la que, durante varios años, lideró la Iglesia en Italia. Era algo fuera de serie. Y, siguiendo las indicaciones que les hacían llegar desde Roma, crearon el “Comitato di San Floriano”, acondicionaron la Casa Rectoral como sede de las exposiciones y echaron a andar. Un evento por año.
Quedó muy claro desde el principio que las actividades formaban parte del plan evangelizador y divulgador del conocimiento de la cultura cristiana por parte de la parroquia. De ahí el que las primeras exposiciones versasen sobre estos argumentos: “Mysterium. La eucaristía en las obras maestras del arte europeo”, “Apocalipsis. La última revelación”, “Génesis. El misterio de los orígenes” y temas por el estilo.
Lograron, además, que la Galería de los Uffizi de Florencia, el Museo del Louvre de París, la Galería Doria-Pamphilj de Roma, los Museos Vaticanos o la Galería Estatal de Tret’jakov de Moscú les cediesen piezas para que fuesen expuestas en la casa parroquial del pequeño pueblo friulano. Y comenzaron a llegar los visitantes. No menos de 30.000 personas cada año.
¿Cómo se pueden alcanzar tal cota de éxito en una localidad de semejantes características? Pues con un trabajo previo, continuado y eficaz. Esos sacerdotes de la parroquia, que le decían a la gente que uno está en la periferia sólo cuando quiere estarlo y que hay que conservar y dar a conocer el patrimonio artístico y religioso local, habían creado anteriormente una cooperativa de trabajadores, mantuvieron abierta la escuela para solo cinco niños y reactivaron la tienda, a punto de cerrar por jubilación de la dueña, en la que los de Illegio se abastecían de los productos básicos y a la que acudían para verse, tomar algo y pasar un rato juntos, entre otras muchas realizaciones de carácter social.
La pandemia, especialmente dura en Italia, no consiguió aminorar el entusiasmo de los miembros del Comitato y de sus colaboradores. Han montado, para ilustración y deleite del público, en estos días, una exposición que se titula “Nulla è perduto”. Nada hay que no deje un rastro de vida, sentimientos, belleza o amistad tras de sí.
Y, para alentar la esperanza de los habitantes de los pueblos de Friul-Venezia Giulia y de sus visitantes, en este complicado período global, han recurrido a los trabajos de Factum Arte, la organización que dirige Adam Lowe en Madrid, quien ha reconstruido, valiéndose de la más avanzada tecnología digital, y con el asesoramiento de historiadores y conservadores, algunas obras de arte que han desaparecido, bien porque fueron robadas, bien porque fueron quemadas. Han participado también Sky Arte y Ballandi Arts.
De modo que, en Illegio, gracias a las nuevas técnicas de reconstrucción y reproducción digital, pueden verse a día de hoy estas obras “rematerializadas”: “Concierto a tres”, de Johannes Vermeer; “La torre de los caballos azules”, de Franz Marc; “Myrto”, de Tamara de Lemicka: “Jarrón con cinco girasoles”, de Vincent van Gogh; “Medicina”, de Gustav Klimt; “Nenúfares”, de Claude Monnet; “Retrato de Sir Winston Churchill”, de Graham Sutherland; “San Mateo y el ángel”, de Caravaggio; y las vidrieras de la catedral de Chartres, que, aunque siguen estando en su lugar, resulta imposible apreciar de cerca, por su ubicación, los detalles.
La selección de los cuadros se corresponde con la de la serie de documentales, dirigidos por Giovanni Troilo y producidos por Sky Arts Production Hub, en los que, con el título “Il mistero dei capolavori perduti”, se muestra cómo fueron recreadas cada una de esas obras de arte.
Y es que no hay que desesperar jamás. Es el mensaje que trae cada año, por estas fechas, el Adviento. Y quien sienta que su ilusión se viene abajo, por la razón que sea, que sepa que en un tronco seco puede nacer siempre una plantita que alegre con sus diminutas hojitas verdes la vista de aquel caminante que, cansado de deambular en la espesura del bosque, decida sentarse, para recobrar fuerzas, en el húmedo, ennegrecido, agrietado y deformado cilindro del árbol caído. Porque los milagros, en los que ahora nadie parece creer, siguen sucediendo, ¡vaya que si suceden! Y como muestra de ello, ahí está la “Casa delle Esposizioni” de Illegio.
Jorge Juan Fernández Sangrador
La Nueva España, domingo 6 de diciembre de 2020, p. 27
