Resurrection Fest

El Festival de música y arte con el que se iba a conmemorar, en estos días, el quincuagésimo aniversario del de Woodstock, que tuvo lugar, en agosto de 1969, y al que acudieron casi quinientos mil espectadores, ha sido cancelado a causa de múltiples inconvenientes: la desconfianza por parte de los promotores y patrocinadores, el cambio de lugar y la descabalgadura de las principales estrellas.

En Vivero, provincia de Lugo, en cambio, el Resurrection Fest crece exponencialmente y con enorme vigor, ya que cuenta, además de con una afición totalmente entregada, con importantes patrocinadores. Basta solo con ver la relación de entidades colaboradoras en la página web del evento. Las entradas se agotan apenas salen a la venta y ya ha sido convocado “El Resu” 2020, en el que se aspira a celebrar por todo lo alto el primer quincenario de su existencia.

Al de 2019 han asistido cien mil espectadores y se estima que ha dejado en el concejo y en la comarca de La Mariña lucense más de once millones de euros. Aunque ya empiezan a surgir pequeñas fricciones: los grupos españoles reclaman mayor visibilidad, pues se consideran preteridos respecto a los extranjeros.

“El Resu” se desarrolla, a principios de verano, durante varios días, en los que comparecen sobre el escenario los representantes más conspicuos de los géneros metal, hardcore y punk, así como de sus correspondientes subgéneros. Aunque no se entiende bien que la marca Xacobeo, creada para impulsar y sostener el Camino de Santiago, por el que los peregrinos transitan silenciosa y reflexivamente para encontrarse con Dios en Compostela, junto al sepulcro del Apóstol, figure como primer patrocinador de un festival en el que lo nombres de los grupos y los títulos de las canciones son de este tenor: “Bad Religion”, “Devil in Me”, “Holy Cuervo”, “Thrasin’of the Christ”, “Poison the Preacher”, “Killing in the Name”, “First Day in Hell” y “No Gods No Masters”, entre otros. Se ve que les atrae lo de la muerte y lo de los abismos infernales.

Sin embargo, la noción primera y última por la que se rige el festival es la de “resurrección”. Tal vez porque, a lo largo de estos años catorce años, los organizadores han padecido toda suerte de dificultades, especialmente personales, y han logrado sacar adelante, una y otra vez, su idea, su programa y su realización, superando exitosamente las adversidades.

En la edición de 2019 ha sucedido algo extraordinario. Álex Domínguez, un joven de La Rioja, que tiene que desplazarse en silla de ruedas a causa de una parálisis, fue aupado por una multitud enfervorecida que quiso ofrecerle un instante de triunfo, de superación de las limitaciones y una visión privilegiada del escenario.

La expresión en el rostro de Alex, en alborozado “crowd surfing”, manifestaba, en su estado más puro, la felicidad y la gratitud que sentía en aquellos momentos. Sostenido en alto por los brazos tendidos, amistosos y solidarios de una multitud innumerable, se hizo realidad en aquel contexto de aficiones apocalípticas lo que dice el apóstol san Juan en una de sus cartas: «Sabemos que hemos sido trasladados de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos» (1 Juan 3,13).

El dinamismo de la vida es imparable, tanto en la escatología como en el tiempo de nuestra historia; tanto en Galicia como en Escandinavia o en Gran Bretaña, ya que, mientras escuchaba el último movimiento de la Sinfonía nº 2 en do menor de Gustav Mahler, “Auferstehung” (Resurrección), el adolescente noruego, ateo, aunque bautizado en la confesión luterana, Erik Varden, experimentó la proximidad de Dios. «¡Resucitarás, sí, resucitarás, polvo mío, tras breve descanso! ¡Vida inmortal te dará quien te llamó!», canta el coro. «Oh, créelo: ¡No has nacido en vano! ¡No has sufrido en vano!», canta la soprano.

Erik fue recibido, tras un proceso de búsqueda y de clarificación de las ideas y de los sentimientos, en la Iglesia católica, ingresó en la abadía cisterciense de Mount Saint Bernard, en Leicestershire, en Inglaterra, y es actualmente el abad del monasterio. Ha publicado un libro de gran éxito, que está siendo traducido a diferentes lenguas. Se titula “The Shattering of Loneliness” (Cuando la soledad se hace añicos).

Y mientras recita, en el silencio de la noche, los salmos, durante el oficio litúrgico de Vigilias, a las 3,30 “ante meridiem”, aguardando la luz de la mañana, seguramente recuerda las últimas estrofas del libreto de la sinfonía de Mahler, que un día ya lejano escuchó conmovido, en las que el coro, la soprano y la contralto entrelazan sus voces para decir cantando: «Con alas que he conquistado, en ardiente afán de amor, ¡levantaré el vuelo hacia la luz que no ha alcanzado ningún ojo! ¡Moriré para vivir!». Y luego concluir: «¡Resucitarás, sí, resucitarás, corazón mío en un instante! Lo que ha latido, ¡habrá de llevarte a Dios!».

Jorge Juan Fernández Sangrador

La Nueva España, domingo 11 de agosto de 2019, p. 28